El déficit y la deuda de las cuentas públicas son dos caras de la misma moneda. Aunque España partía de un nivel muy bajo de endeudamiento público al inicio de la crisis -un 35,5 por ciento en el primer trimestre de 2008-, el desequilibrio de los presupuestos -con un pico máximo de déficit del 11,4 por ciento en 2009- ha acarreado un incremento del endeudamiento, que aún no alcanza su máximo y que aumentará con el rescate del sector financiero. Posiblemente en 2013 nos acerquemos a una ratio de deuda del cien por cien del PIB. Esta espiral es cada vez más difícil de combatir. A mayor deuda, se incrementan los intereses que se pagan por ella y que computan como déficit en los presupuestos, y así se complica la reducción del déficit. Se genera desconfianza y los inversores piden más rendimiento por comprar deuda soberana de España. La única forma de desacelerar este proceso es reducir déficit. Esto es lo que los ciudadanos deben saber y lo que explica la razón de los recortes. También da sentido a la petición que ayer hizo el FMI de que son necesarios "cambios estructurales profundos en las regiones", porque desde que existen las CCAA su deuda no ha dejado de crecer y de marcar un nuevo récord cada año. Esto indica que hay un problema que se debe resolver, no sólo con mayor control por parte del Estado, lo cual es evidente y necesario en el corto plazo, sino con una reforma del sector público urgente que Rajoy prometió alumbrar en abril y de la que todavía no se tiene noticia.