S alí de ver Los idus de marzo (2011) de George Clooney con un nudo en el estómago. Para un periodista su trama es tan real como la vida misma. Yo he vivido esa sensación, también me he sentido defraudado por los políticos, incluidos los que consideraba mas éticos e idealistas. De hecho, es lo que les puede ocurrir a muchas personas con Mariano Rajoy, de quien muchos habíamos pensado de buena fe que podría ser el presidente del Gobierno idóneo para sacarnos de esta crisis. Ése fue el motivo por el que una inmensa mayoría del electorado le dio un voto de confianza para que hiciese lo que tenía que hacer. Cuatro meses después España está de nuevo caminando por el filo de la navaja. La prima de riesgo ha sobrepasado los 400 puntos básicos y ha entrado en la zona roja de verse obligada a pedir un rescate por parte del Fondo de Estabilidad Europeo que evite el colapso financiero. Aún lo puede evitar, pero eso exige acelerar y profundizar una reforma del sistema financiero que tiene nombre propio: Bankia y Rodrigo Rato. No conozco a ningún experto que piense que esa entidad pueda sanearse y salir del marasmo donde se encuentra metida por sí misma. El responsable de lo ocurrido no es Rato, sino el que fuera presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, colocado en el cargo en su día por José María Aznar porque era uno de sus pocos amigos personales. Sin embargo, Rato en estos dos años y medio que lleva al frente de la entidad no ha conseguido darle una salida. Por el contrario, ha impedido la fusión con La Caixa que el propio Rajoy creía que sería la mejor opción para resolver sus graves problemas. Cegada esta salida, sólo queda la intervención por parte del Frob. Pero es ahí donde tanto a Rajoy como a Luis de Guindos se les puede plantear un problema de lealtades entre el país y el amigo.