Chupa Chups, la compañía de la familia Bernat, cambia de manos. El famoso caramelo con palo -que triunfa en más de 150 países bajo la marca española más reconocida en el mundo- será comercializado por otra empresa familiar multinacional de origen italiano -Perfetti Van Melle-, que ha comprado la mayoría de su capital. Chupa Chups, con una historia de éxito de más de 40 años, seguirá su camino, pero no será de capital español. En la historia de Chupa Chups, que hasta hace muy poco se guió por la intuición de su fundador o la de sus hijos, se entremezclan grandes aciertos y, al final, algunos errores. El caramelo con palo -un invento para no mancharse comiendo dulce- es un ejemplo de innovación, como novedosas fueron las campañas de marketing y el cuidado de la marca. El agresivo -y, al final, demasiado costoso- ataque a los mercados internacionales marcó el declive de Chupa Chups. Pero los Bernat han tenido que vender, sobre todo, por dos errores que han pasado factura y podrían aplicarse a muchas otras empresas familiares: no supieron introducir a tiempo una gestión profesional, ni separar el funcionamiento de la compañía de la propiedad familiar. Hasta la muerte del fundador, Enrique Bernat, a comienzos de la década del 2000, su figura y la de su familia dominaban la gestión. Hasta 2001, los Bernat no abandonaron los cargos ejecutivos para refugiarse en el consejo de administración. Un ejemplo de esta confusión entre patrimonio empresarial y familiar es que entre los activos de Chupa Chups estuvo la modernista Casa Batlló de Barcelona, que sirvió para avalar un crédito cuando las finanzas de la compañía comenzaban a hacer aguas.