La crisis pernocta en Paradores. Después de haber acometido un desproporcionado programa de inversiones que bien podría haberse realizado a precios más asequibles -véase el ejemplo del edificio en Cádiz por 40 millones de euros-, Paradores sufre graves problemas de Tesorería que dificultarán su esperada privatización. El agujero contable asciende a los 80 millones de euros. En teoría, estos planes podían haberse amortizado en 30 años. Sin embargo, con el acceso al crédito restringido, la compañía padece dificultades para hacer frente a los pagos justo ahora. Los apuros coinciden con una importante desacelaración de la actividad experimentada al principio de la crisis, al tiempo que se mantiene la plantilla. Ahora su negocio depende más de los periodos vacacionales y menos de las escapadas. Y la gran mayoría de los que tienen menos de 40 habitaciones no son rentables. Además, prácticamente no posee activos que vender, puesto que la mayor parte pertenece al Estado. Sólo su marca tiene valor. Se entregó la gestión de Paradores a un amigo de Zapatero con una experiencia previa en hostelería inexistente. Y ahora se ven los resultados de una dirección demasiado pródiga, más parecida a la de un ayuntamiento que a la de una compañía. Mientras había dinero, se gastaba. La próxima cúpula debe aprender la lección. No parece muy alentador que el ministro Soria haya frenado un ERE temporal previsto para El Hierro, donde la ocupación ronda el 10 por ciento. La privatización de su gestión es una alternativa que se debe considerar, porque Paradores no precisa de muchos ajustes para que retorne a la saludable senda de los beneficios.