Merkel y Sarkozy ratificaron ayer el plan que trazaron el lunes, con propuestas claras como la definición de sanciones automáticas contra los países con deuda y déficit desbocados o el adelanto de la activación del rescate permanente a 2012, entre otras líneas de acción. El dúo Merkozy salió ayer al paso reafirmándose en su idea ante la circulación de un pesimista comentario anónimo, al parecer de algún personaje cercano al Gobierno alemán, que desanimaba sobre los frutos de la cumbre de hoy y mañana en razón del eventual desacuerdo de algunos Estados. También reaccionaban así el presidente galo y la canciller germana a las manifestaciones de Herman Van Rompuy, quien no sólo abunda en la posible falta de respaldo a los ejes de acción marcados el lunes, sino que además añade al batallón de iniciativas la posibilidad peregrina de doblar el fondo de rescate el próximo ejercicio. Resulta sorprendente que el presidente del Consejo Europeo adopte esta actitud justo cuando, después de una interminable indefinición, se han sentado las bases de un acuerdo que supone un avance cualitativo. Merkel y Sarkozy quieren diseñar un nuevo Tratado que estabilice el euro. Y éste es necesario. Se ha constatado la insuficiencia de los actuales para dar respuesta a problemas de la envergadura de la vigente crisis de deuda soberana europea. Si se producen esos potenciales desacuerdos a los que se refiere Van Rompuy en algunos países miembros, estos habrán de asumir que conllevará alguna suerte de alejamiento del marco definido por el nuevo Tratado. Pero ese marco debe estar claro y esta cumbre debe avanzar en su configuración.