x Profesor de Sistemas y Tecnologías de la Información del IE Business School.R evisar el legado de Steve Jobs en cuanto a productos e industrias a los que ha afectado es impresionante. Los primeros ordenadores personales, la organización de ventanas y el escritorio en el ordenador, la nueva vida de las películas de animación, la revolución de la industria de la música, con un mercado que todos decían no podía existir, la revolución en la industria de los móviles, prácticamente destruyendo al anterior líder y, últimamente, la reinvención de los ordenadores con el iPad. Miles de millones en ventas, industrias enteras que nacen y mueren. El valor de la empresa multiplicado por un par de miles de veces. Y sin embargo creo que su gran legado es la forma de entender el mundo de la empresa, la innovación y cuanto implica de compromiso y capacidad de trabajo. En un tiempo donde imitar, repetir y pasar por la vida haciendo lo mínimo parece la moda, Jobs es el máximo representante de lo que significa atreverse, luchar y trabajar por hacerlo mejor de lo que esperan de nosotros. No era un genio de la tecnología. No lo necesitaba. Su fuerte era entender las tendencias, o crearlas. Sus productos han sido siempre grandes apuestas. Arriesgadas. Pero también apasionadas, entrando en industrias en las que los valores que defiende su visión de Apple: pensar en el usuario y la facilidad de uso, el diseño, la integración total entre el cacharro y el software que le da vida, no quedarse en lo bueno, ir a lo excelente. En las industrias en las que ha entrado había siempre desconexión entre el cliente y la tecnología. En la música nadie era capaz de dar al cliente el medio sencillo y robusto que necesitaba para gestionar su música. En los móviles une diseño y funcionalidad, pensando en una nueva forma de relacionarse con el terminal. Y extiende este concepto a los tablets, poniendo por encima de todos ellos la famosa tienda de aplicaciones, que hace que miles de pequeñas y grandes empresas en todo el mundo estén proporcionando aplicaciones (valor para el cliente de Apple), y además ingresos para la compañía de la manzana. Simplemente genial. El impacto de estos cambios transciende al mundo de los ordenadores o la tecnología. Afecta a la forma en que interactuamos, al modo en que nuestras empresas se organizan, a cómo nos relacionamos con las marcas y la información. Sus productos han creado y delimitan algunas de las principales tendencias de ese nueva macro-industria que alimenta la convergencia digital. Apasionado. Perfeccionista. Rompedor. Atrevido. Ejecutor. Visionario. La cara más reconocible de la revolución digital era todo eso según los que le conocían mejor. Es el ejemplo de que la innovación se consigue acompañada de esfuerzo y dedicación; de riesgo y de falta de respeto a las normas establecidas. Nos ha enseñado además la importancia del estilo y el diseño en los negocios, de respetar a los clientes y de cómo crear y mantener fans en una marca y en una forma de hacer las cosas. Es, finalmente, la demostración de que con todos esos ingredientes se pueden forjar leyendas. Gracias Steve por traernos productos fantásticos y un modelo a seguir. Cada vez que te recordemos seremos un poco más valientes, y nos atreveremos a dar el siguiente paso, un poco más allá, un poco más difícil.