El sector inmobiliario sigue azotado fuertemente por dos factores interrelacionados: la clara desaceleración que viene registrando su actividad desde mediados del pasado año y la inestabilidad coyuntural de los mercados financieros. Las compañías inmobiliarias se van desgastando progresivamente en bolsa, hasta el punto de que la crisis ya se ha cobrado algunas víctimas y que tiene en Colonial su caso más reciente. La evolución de la cotización de Renta Corporación y, sobre todo, la revisión de beneficios que hizo a principios de esta semana -estima una reducción de casi el 50 por ciento sobre las previsiones iniciales- ha abierto del debate sobre la buena o la mala actuación de la compañía una vez sumida en la crisis. En su favor se debe decir que envió la información detallada a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) nada más disponer de los datos del ejercicio cuando no está obligada a ello -es la única que lo ha hecho- quizá también al calor del desplome de Colonial a fin de desmarcarse de este caso. Sin embargo, se le puede reconocer también un error importante, por el que le está castigando el mercado en estas jornadas marcadamente bajistas para sus títulos. El precio de su acción ha caído más de un 70 por ciento desde que marcara su máximo histórico en febrero del año pasado, y si bien sus gestores no podían prever la crisis financiera y crediticia internacional, sí pudieron saber durante el último trimestre del año que no cumplirían los objetivos de crecimiento de su plan estratégico. No enviar a tiempo señales a sus accionistas -esto es, antes del final del trimestre pasado y de las caídas críticas de este año- ha generado una fuerte desconfianza que está pagando y que mina su credibilidad cuando se quiere desmarcar de casos como Colonial y Astroc.