La inmobiliaria Colonial sufrió mucho durante el ejercicio pasado, pero sobre todo en la recta final del año recién terminado y en las primeras jornadas de este. Hasta cierto punto resulta lógico, ya que su actividad se enmarca en el sector inmobiliario, que desde hace casi medio año registra una importante desaceleración. Esta circunstancia que afecta inevitablemente a la práctica totalidad de las compañías, en mayor o menor medida, pero el caso de Colonial es excepcional. La clave radica en la crisis financiera que azota a los mercados internacionales, y tiene su principal problema en la falta de confianza de los inversores, lo que implica el cierre del grifo de la financiación. Por ello, al sector inmobiliario le está costando cada vez más conseguir financiación, con lo que la deuda se convierte en un problema que amenaza con dinamitar sus cuentas de resultados. Colonial se ha convertido en una nueva víctima del parón inmobiliario debido a la combinación de dos factores. En primer lugar está la propia coyuntura del sector, que se define por la creciente dificultad para colocar inmuebles y promociones en el mercado. Pero el desplome del precio de la acción se produjo sobre todo debido al error de gestión y de estrategia de endeudamiento que cometió su hasta hace poco presidente, Luis Portillo, y se inició a raíz de que acreedores suyos empezaran a ejecutar títulos del grupo cuando no pudo atender los pagos. Sin duda las compañías del sector concentrarán sus esfuerzos este año en la reducción de su deuda, que es ahora su mayor amenaza. De la estrategia que escojan hoy dependerá su futuro. Es una cuestión vital, como ha constatado el caso de Colonial.