Según datos del Fondo Monetario Internacional, China es el país que más aportó al crecimiento global en 2006, con un crecimiento anual del PIB del 11 por ciento que le sitúa como cuarta potencia económica mundial. ¿Cómo puede verse afectado el crecimiento del gigante asiático por la crisis subprime? Y más importante aún, ¿podría afectar al ya de por sí delicado equilibrio de la economía china acelerando las necesarias reformas estructurales como la flexibilización del tipo de cambio del renminbi frente al dólar? Actualmente China se enfrenta a un problema de primer nivel. Mantener un tipo de cambio casi fijo con el dólar hace imposible compatibilizar la necesaria independencia de la política monetaria para el control de los precios con la movilidad de capitales que de facto existe en el país. La acumulación de 1,3 billones de dólares en reservas es un claro síntoma de desequilibrio que genera un exceso de liquidez en el sistema. Si bien es cierto que parte de ese volumen procede de su abultado superávit comercial y de la entrada de inversión extranjera directa, no conviene olvidar el creciente papel que está teniendo la llegada del capital especulativo. Habida cuenta que el consumo interno sólo supone el 38 por ciento del PIB, este exceso de liquidez se traduce principalmente en sobreinversión en determinados sectores productivos y especialmente en los mercados de activos financieros e inmobiliarios. La crisis del subprime afecta directamente a los cuatro grandes bancos chinos y en especial al Bank of China, con una cartera de productos estructurados de alto riesgo de 8.800 millones de euros. Esta cifra supone más del 115 por ciento de sus beneficios esperados para 2007, que se estima más de 7.000 millones de euros. En conjunto, se calcula que los activos subprime en cartera de bancos chinos no superan el 1 por ciento de su activo por lo que los efectos directos serían limitados en cualquier caso. El verdadero riesgo para China de la crisis del subprime podría venir del dólar. En la medida en que la Reserva Federal opte por bajar tipos de interés para evitar un estancamiento de la economía estadounidense, el dólar tenderá a depreciarse. El sistema de cambio cuasifijo que el renminbi mantiene con el dólar requiere la compra de dólares y venta de renminbis, lo que implica una mayor depreciación de la moneda china frente al resto de monedas como el euro. Las tensiones sobre el sistema multilateral de comercio y las posibles represalias que podrían derivarse de una depreciación del renminbi serían a su vez contraproducentes sobre el crecimiento económico global. El exceso de liquidez antes mencionado se vería aún más agravado por una mayor entrada de capital especulativo derivada del mayor diferencial de tipos entre los dos países. A título ilustrativo, baste señalar que la revalorización de la Bolsa de Shanghai este ejercicio es del 160 por ciento. Se trata por tanto de un contexto en el que ya se habla claramente de burbujas especulativas, por lo que no parece que dicha entrada de capitales pueda ser beneficiosa para China. La solución a este dilema no puede ser otra que la flexibilización del tipo de cambio, la introducción de libre movilidad de capitales al exterior y la recuperación de una política monetaria independiente y efectiva que permita hacer frente a las tensiones inflacionistas a través de instrumentos de mercado y no a través de aumentos en los coeficientes de caja que supone restar eficiencia al ya de por sí delicado sistema bancario. Las autoridades chinas son plenamente conscientes del problema y de la solución. Su enfoque, no obstante, es el de una estrategia gradualista. Es probable que la crisis subprime en Estados Unidos exija una revisión y aceleración de los plazos previstos para la reforma cambiaria, mejorando la calidad del crecimiento económico en China. Otra cuestión aparte sería el análisis del verdadero impacto de una apreciación del renminbi sobre la balanza comercial china con sus principales socios. Más del 50 por ciento del superávit comercial de China procede del denominado comercio de procesamiento, que supone la importación de materias primas o productos semielaborados para proceder a su ensamblaje en China y posterior reexportación. Este tipo de comercio no se vería fuertemente afectado por la revaluación del renminbi en la medida en que también implicaría unos inputs más baratos, incluida la factura energética. De hecho, las autoridades chinas están actualmente adoptando distintos tipos de medidas para aumentar el valor añadido de su producción y exportación, como la reciente eliminación de la devolución de IVA soportado en productos destinados a la exportación cuando dichos productos tienen escaso valor añadido o aportación tecnológica. Los próximos meses serán claves para valorar la respuesta de las autoridades chinas a este difícil reto y su capacidad para establecer las bases de un crecimiento más equilibrado, que en última instancia está destinado a contribuir positivamente al crecimiento global y al restablecimiento de un mayor equilibrio comercial con sus principales socios.