x Técnico comercial y economista del Estado.E l presidente Obama y los representantes republicanos del Congreso vienen negociando desde hace meses el aumento del techo de deuda de EEUU. La fecha límite de mañana marca un final que se cierne de forma inexorable, como un reloj implacable cuyo tic tac es difícil de oír en medio del cruce de acusaciones de una y otra parte, sobre la responsabilidad en las funestas consecuencias para el país de no llegar a un punto de acuerdo. Lo que está en juego no es sólo la capacidad de mantener en funcionamiento la Administración federal (y también, en gran medida, la estatal y local) por la mera incapacidad de atender sus facturas, sino también la posibilidad de que EEUU entre en una situación técnica de impago (default). El techo de crédito establecido por el Congreso es la cantidad máxima en que el Gobierno se puede endeudar para hacer frente a los pagos previstos en su presupuesto. Según el Tesoro de EEUU, mañana el país habría alcanzado el límite en su capacidad de hacer frente a sus compromisos. En realidad, demócratas y republicanos han encontrado en esta decisión sobre el tope de deuda un campo de juego en el que dirimir algunas diferencias importantes en el terreno ideológico y práctico de cara a la batalla electoral de las presidenciales y de las elecciones para el Senado y la Cámara de representantes de noviembre de 2012. La postura republicana, fuertemente influenciada por el reciente influjo de los congresistas del denominado Tea Party se ha centrado en la necesidad de una reducción del gasto público a lo largo de 10 años que por lo menos igualara el aumento del techo de 1,33 billones de dólares propuesto por la Administración Obama. Las partidas más afectadas serían las correspondientes al gasto sanitario (Medicare y Medicaid, que afectan a los ancianos y los pobres) y al gasto en la Seguridad Social. En definitiva, partidas de sectores sociales cercanos a los demócratas. Estos, por su parte, centraron sus propuestas en la reducción de algunas partidas de gasto, pero, sobre todo, en el alza de los ingresos, especialmente para los más ricos, después de que la Administración Bush hubiera aprobado recortes impositivos a los sectores de altos niveles de renta. En medio de estas dos posturas, un conjunto de propuestas intermedias que intentaron encontrar un punto de equilibrio y dar salida a este impasse sufrido por la política y la economía americanas. El debate, además, ha supuesto un duelo personal muy al estilo de película americana entre el recién elegido presidente (speaker) de la Cámara de Representantes, John Boehner, y el presidente Obama. A medida que se acercan las elecciones de 2012, y que empiezan a calentarse las primarias del partido republicano, todos toman posiciones a uno y otro lado del espectro político. ¿Qué pasaría si no se lograra un principio de acuerdo antes de mañana? Pues lo cierto es que nadie sabe exactamente cuáles podrían ser las consecuencias, ya que el techo de endeudamiento ha sido repetidamente elevado a lo largo de la historia desde que en 1917 fuera establecido por ley y recientemente se ha subido 10 veces en la última década, tanto por parte de administraciones demócratas como republicanas. Desde el punto de vista de la operación normal de la Administración americana, lo más probable es que la mayoría de los grandes programas (salud, Seguridad Social, Defensa, y otros servicios de importancia nacional) no se vieran afectados. Sí, por el contrario, otros quizá de menor impacto pero de cierta importancia como pueden ser la vigilancia sanitaria, el mantenimiento de parques nacionales, la reducción o cancelación de los servicios de control en aduanas, algunos programas de bienestar social, etc. En todo caso, estos recortes podrían alcanzar hasta el 40 por ciento del total del presupuesto. Dependiendo del impacto que supongan estos ajustes sobre la población, podría materializarse una presión al Congreso para que algunos de sus miembros cambiaran el sentido de su voto y alcanzaran así la mayoría suficiente para pasar la aprobación del límite en el techo del gasto. Por lo que se refiere a las consecuencias de tipo macroeconómico, y dado que los bonos del Tesoro americano siempre han disfrutado de una calificación AAA, lo que ha permitido endeudarse en las mejores condiciones de mercado posibles hasta el momento, un descenso en la calificación de las agencias elevaría de forma sustancial no sólo el coste de endeudamiento para el país, sino que supondría también el inicio de una mayor desconfianza de los inversores internacionales en la hasta ahora intocable economía americana. Todo ello supondría un repunte de la desconfianza en la recuperación tanto en EEUU como en el resto del mundo, creando la posibilidad de un nuevo círculo vicioso de endeudamiento y recesión que, en principio, no beneficia a nadie, y mucho menos al presidente Obama, que fía buena parte de sus oportunidades de reelección a un crecimiento razonable de la economía y un descenso pronunciado en las tasas de paro. En todo caso, que Washington entrara en una situación de default sería una afrenta para una economía que no se ha visto envuelta hasta el momento nunca en una situación de impago, y menos de forma voluntaria. Sería una paradoja que mientras Europa intenta con todas sus fuerzas evitar que Grecia entre en una situación similar, las autoridades americanas pudieran, producto de sus desacuerdos, conducir al país y a la economía mundial a una grave crisis de confianza. Es lo último que necesitan los mercados en estos momentos para elevar su nerviosismo. Confiemos en que finalmente se imponga la sensatez de la clase dirigente americana y se restablezca una calma necesaria en general, pero más en estos momentos.