Bernanke se encuentra ante un déjà vu. Un año más tarde, vuelve a estar con una economía a punto de pararse y se pregunta si debe intentar arrancarla. En las actas de la Fed, ante el poco empleo y la escasa inflación, ya hay miembros que defienden un nuevo estímulo monetario, llamado en inglés QE3. Enseguida, Wall Street recibió la insinuación con subidas en bolsa: a los mercados les encantan las inyecciones, buenas para los activos de riesgos y las materias primas. Pero el problema es que éstas no se canalizan hacia la economía real. El consumo estadounidense sigue lastrado por el exceso de deuda, un mercado laboral que no se recupera, un inmobiliario estancado y un sector financiero que no brinda crédito. A su vez, las empresas se han ajustado y ganado en productividad pero, dada la incertidumbre, no invierten. Además, muchas ganancias en productividad se han traducido en un recorte del empleo. Y una buena parte de los parados carecen de formación. Bernanke se plantea mostrarse permisivo con la inflación, de modo que la expectativa de alzas de precios anime a las compañías a producir más. Esta inflación podría reducir el valor de su deuda. Y la impresión de billetes contribuiría a que el dólar se rebaje y los haga más competitivos. Pero ya se ha demostrado que esto no arranca. Los QE son aspirinas para la fiebre de una enfermedad que va a tardar mucho en resolverse, sobre todo cuando al mismo tiempo ha empezado la contracción fiscal en los Estados y municipios. La combinación de una crisis financiera y el hecho de que EEUU ha dejado de ser competitiva en sectores intensivos en mano de obra va para largo...Bernanke se encuentra ante un déjà vu. Un año más tarde, vuelve a estar con una economía a punto de pararse y se pregunta si debe intentar arrancarla. En las actas de la Fed, ante el poco empleo y la escasa inflación, ya hay miembros que defienden un nuevo estímulo monetario, llamado en inglés QE3. Enseguida, Wall Street recibió la insinuación con subidas en bolsa: a los mercados les encantan las inyecciones, buenas para los activos de riesgos y las materias primas. Pero el problema es que éstas no se canalizan hacia la economía real. El consumo estadounidense sigue lastrado por el exceso de deuda, un mercado laboral que no se recupera, un inmobiliario estancado y un sector financiero que no brinda crédito. A su vez, las empresas se han ajustado y ganado en productividad pero, dada la incertidumbre, no invierten. Además, muchas ganancias en productividad se han traducido en un recorte del empleo. Y una buena parte de los parados carecen de formación. Bernanke se plantea mostrarse permisivo con la inflación, de modo que la expectativa de alzas de precios anime a las compañías a producir más. Esta inflación podría reducir el valor de su deuda. Y la impresión de billetes contribuiría a que el dólar se rebaje y los haga más competitivos. Pero ya se ha demostrado que esto no arranca. Los QE son aspirinas para la fiebre de una enfermedad que va a tardar mucho en resolverse, sobre todo cuando al mismo tiempo ha empezado la contracción fiscal en los Estados y municipios. La combinación de una crisis financiera y el hecho de que EEUU ha dejado de ser competitiva en sectores intensivos en mano de obra va para largo...Bernanke se encuentra ante un déjà vu. Un año más tarde, vuelve a estar con una economía a punto de pararse y se pregunta si debe intentar arrancarla. En las actas de la Fed, ante el poco empleo y la escasa inflación, ya hay miembros que defienden un nuevo estímulo monetario, llamado en inglés QE3. Enseguida, Wall Street recibió la insinuación con subidas en bolsa: a los mercados les encantan las inyecciones, buenas para los activos de riesgos y las materias primas. Pero el problema es que éstas no se canalizan hacia la economía real. El consumo estadounidense sigue lastrado por el exceso de deuda, un mercado laboral que no se recupera, un inmobiliario estancado y un sector financiero que no brinda crédito. A su vez, las empresas se han ajustado y ganado en productividad pero, dada la incertidumbre, no invierten. Además, muchas ganancias en productividad se han traducido en un recorte del empleo. Y una buena parte de los parados carecen de formación. Bernanke se plantea mostrarse permisivo con la inflación, de modo que la expectativa de alzas de precios anime a las compañías a producir más. Esta inflación podría reducir el valor de su deuda. Y la impresión de billetes contribuiría a que el dólar se rebaje y los haga más competitivos. Pero ya se ha demostrado que esto no arranca. Los QE son aspirinas para la fiebre de una enfermedad que va a tardar mucho en resolverse, sobre todo cuando al mismo tiempo ha empezado la contracción fiscal en los Estados y municipios. La combinación de una crisis financiera y el hecho de que EEUU ha dejado de ser competitiva en sectores intensivos en mano de obra va para largo...