La econonomía se mueve por expectativas y sufre con la incertidumbre. Es algo que las empresas familiares conocen muy bien por su protagonismo dentro del tejido industrial español y dentro de las economías domésticas de este país. El congreso que celebran esta semana en Palma de Mallorca viene precedido por una situación económica buena, con los datos macroeconómicos en la mano, pero poco clara a medio y largo plazo, por la subida de los tipos, la amenaza del parón inmobiliario y una desaceleración del consumo cada día más claro. La cita de la empresa familiar servirá para que los empresarios les dejen claro a los políticos que lo que este país necesita para seguir progresando como el mejor, es que se pongan de acuerdo en los grandes temas que preocupan a la sociedad. Lo dice el presidente del instituto, Juan Roig, con mucha claridad: con medidas fiscales o con medidas sociales, lo más importante es que en España mejore la productividad. Y para eso, los empresarios tienen que tener un horizonte claro, que no les cambie las reglas del juego según los vaivenes políticos o en virtud del desarrollo que sufre el estado de las autonomías. Descentralización no es incompatible con un mercado único garantizado en el que no haya privilegios económicos según la región en la que se invierta. La economía española va bien, pero hay que poner las bases para que no se desmorone un modelo de crecimiento que lleva más de doce años funcionando con brillantez. España necesita grandes consensos y no enfrentamientos políticos enquistados y luchas de poder que lastran el desarrollo económico. Rajoy y Zapatero estarán con los grandes empresarios de este país y podrán tomar nota de lo que necesitan, como grandes portavoces que son de la sociedad civil.