x Economista jefe del Banco Spirito Santo.A diferencia de lo divulgado en los medios de comunicación internacionales, la no aprobación del Programa de Estabilidad y Crecimiento de Portugal no debería interpretarse como un voto general contra las medidas de austeridad y no evitará la necesaria adopción de esfuerzos para la reducción del déficit. Seguirá manteniéndose el Presupuesto de 2011, con unas medidas de austeridad muy agresivas, cuyo objetivo es el recorte del déficit presupuestario al 4,6 por ciento del PIB. En la práctica, este voto sólo ha afectado a los planes presupuestarios del Gobierno para 2012 y 2013. El PSD, el principal partido de la oposición, ha manifestado su apoyo a la necesidad de una consolidación fiscal en los próximos años, aunque no esté de acuerdo con las opciones concretas del Ejecutivo. Cabe destacar que el Gobierno que salga de las próximas elecciones del mes de junio deberá asumir totalmente estos objetivos de reducción del déficit, esté encabezado por el Partido Socialista (PS) o por el Partido Social Demócrata (PSD). Los primeros meses de 2011 han mostrado unos buenos resultados en la ejecución del presupuesto (el déficit del Gobierno central se ha reducido en un 70 por ciento en comparación con el año pasado). Pero, naturalmente, ha aumentado la percepción de que Portugal puede necesitar ayuda externa debido a la actual crisis política. No obstante, a diferencia de lo que sucedió con Irlanda, la Unión Europea (UE) y el Banco Central Europeo (BCE) no parecen dispuestos a empujar a Portugal al Fondo Europeo de Rescate Financiero (EFSF), ya que temen un efecto de contagio en España, Bélgica, etc. Esta idea se ve confirmada por el hecho de que los miembros de la zona euro todavía no han acordado una reforma exhaustiva de los mecanismos de estabilidad. Si Lisboa se viera abocada al EFSF en el contexto actual, los mercados podrían recurrir al siguiente punto más débil, y eso no es plato de buen gusto para nadie. Portugal no posee el sector público disfuncional que tenía Grecia ni los mismos problemas en el sector financiero que tiene Irlanda. Los desequilibrios en las finanzas públicas no son tan profundos como en estas economías (de hecho, la deuda pública en 2010 fue inferior a la media de la zona euro, en lo que se refiere al porcentaje del PIB). Y por último, aunque no por ello menos importante, cabe señalar que, a diferencia de los bancos irlandeses o españoles, las entidades lusas no afrontan el estallido de la burbuja inmobiliaria. En todo caso, ya se está llevando a cabo un duro ajuste de la economía que debería continuar a corto plazo y que comportará unos niveles menores de endeudamiento así como la continuación del sólido crecimiento de las exportaciones, lo que supondrá un respaldo para la actividad económica.