El fabricante automovilístico Daimler -propietario de la marca Mercedes- va a trasladar la producción que tiene en su planta de Barcelona a otra que está en la misma Comunidad. Es una señal más de la situación económica y sobre todo industrial que afecta a la región, al sector industrial y por extensión a la economía nacional. La empresa promete un cierre -traslado- lo menos traumático posible, con recolocaciones y prejubilaciones para sus empleados. Pero se da en un sector con un particular peso específico en el PIB y en el empleo, y que padece crecientes dificultades que Gobierno central y regional no aciertan a solucionar. Las razones son las mismas que llevan afectando varios años a las compañías del automóvil en Cataluña y, lo que es más grave, están perfectamente identificados: excesivos costes. Ha ocurrido, y más traumáticamente, con empresas -sobre todo de la industria de componentes- como Lear, Ficosa o Valeo. Nuestra economía es cada vez menos competitiva, como indican este tipo de movimientos empresariales y la huida de muchas multinacionales a otras regiones con menores costes laborales -como en la Europa del Este-. Eso incide en el consumo, como certifica el inequívoco dato de que, por ejemplo, se venden cada vez menos coches nuevos y más de segunda mano. Es la prueba palpable de una fuerte ralentización en la demanda que amenaza con extenderse como una plaga a las operaciones y cuentas de resultado de las compañías. El Gobierno se ha equivocado de estrategia laboral e industrial, y no ha sabido aprovechar el ciclo económico creciente de estos años para dar un valor añadido a nuestra industria que la haga más competitiva. Y ahora, que se acercan tiempos difíciles, se queda con un margen de maniobra cada vez más reducido.