x Director de Políticas Energéticas de la Asociación Empresarial Eólica (AEE).E l encarecimiento de los combustibles fósiles y, en especial, del petróleo nos ha vuelto a pillar desprevenidos. Metidos de lleno en la recesión económica, tenemos que afrontar una nueva crisis energética. ¿Cómo hacer funcionar y prosperar a un país que necesita por lo menos 100 millones de toneladas equivalentes de petróleo de energía final al año? ¿Qué opciones tenemos si entre petróleo, gas y carbón importamos 80 millones de toneladas, que se han encarecido más de un 30 por ciento mientras la economía se ha contraído un 0,1 por ciento? Un 0,1 por ciento de la economía son aproximadamente 1.050 millones. Sin embargo, en 2010 hemos importado combustibles fósiles por valor de 8.000 millones más que en 2009, a pesar de haber comprado menos petróleo y derivados. Si ese dinero se hubiese quedado en España en vez de transferir rentas para pagar materias primas foráneas, el año pasado la economía española habría crecido. Además, 8.000 millones pueden pagar el salario anual de 260.000 personas. En julio de 2010, escribimos un artículo en el que afirmábamos que si se mantenían los parámetros actuales de la economía mundial, en 2011 los mercados internacionales de energía podrían alcanzar e incluso superar la situación de demanda que se dio entre finales de 2007 y la primera mitad de 2008 que, a su vez, generó unas intensas subidas en los precios de todas las materias primas. Nuestra conclusión era que quizás para 2015 los combustibles fósiles podían encarecerse sustancialmente poniendo en peligro el desarrollo económico de los países que dependen en gran medida de los mercados internacionales para su aprovisionamiento energético, como es el caso de España. Lo que nadie intuía entonces era que en 2011, a la cada vez más tirante situación de los mercados de materias primas, se sumarían las revoluciones políticas y sociales en muchos países productores de hidrocarburos, que en un mes han provocado un incremento en el precio del crudo de un 20 por ciento. La cuestión que nos planteamos todos es: ¿se trata de un fenómeno coyuntural que sólo durará unos meses, un año a lo sumo? ¿O se convertirá en una situación estructural de turbulencias continuadas en los mercados? Confiemos en la primera opción y, mientras tanto, hagamos todo lo posible para hacer frente a la segunda. Pero, ¿cómo estamos y qué podemos hacer en España? En el sector eléctrico peninsular se han hecho bastante bien las cosas, ya que en diez años, aún aumentando la demanda de electricidad en un 60 por ciento, se ha reducido la generación con petróleo de un 7 por ciento a menos de un 1 por ciento, y la generación con carbón, de casi un 40 por ciento a menos del 10 por ciento. En su lugar se han utilizado energías renovables, especialmente eólica, además de gas. En los próximos años, la apuesta por la eólica -la tecnología renovable más madura y competitiva- resultará un seguro de vida contra las turbulencias que se avecinan en los mercados energéticos mundiales. La energía eólica ha tenido un rol fundamental en el cambio del mix energético del sector eléctrico español. En cinco años, de 2005 a 2010, ha duplicado su aportación a la cobertura de la demanda eléctrica, hasta alcanzar el 16,4 por ciento en 2010. Durante el pasado invierno (que es la época del año en que se producen los máximos de consumo), la eólica produjo más del 20 por ciento de la electricidad demandada durante el 57 por ciento de los días, más de un 15 por ciento durante un 75 por ciento de los días, y sólo menos de un 5 por ciento dos días. Si a la aportación eólica se le añade el buen invierno hidráulico de 2010, no es de extrañar que los precios de la electricidad en el mercado español hayan sido de los más bajos registrados, al acabar el año con un coste medio diario de 38 €/MWh (con un incremento del 0,2 por ciento respecto a 2009), y con un nuevo mínimo mensual en marzo, de 19,62 el megavatio eléctrico. Ha sido tal el abaratamiento del coste del mercado español -gracias en gran parte a la energía eólica-, que a los habituales mercados de exportación eléctrica de España, Portugal y Marruecos, se le ha sumado Francia. A todo esto hay que añadir que, al no tener costes de combustibles, la eólica no sufre incrementos en su coste de generación a lo largo de su vida útil, cosa que sí ocurre con las instalaciones que queman combustibles fósiles. Tanto es así, que en 2020, el coste de 1 MWh para el consumidor español, con el actual marco regulatorio, sería menor, en términos constantes, que en la actualidad. Es decir, que si actualmente el MWh eólico recibe en total 77/MWh, en 2020 recibiría 73,5/MWh. ¿Podrían presumir las tecnologías que queman combustibles fósiles de precios semejantes en 2020? Además, la eólica, al no ser una tecnología contaminante, tampoco tiene que pagar por sus emisiones de CO2. El valor de la apuesta española por la eólica se hace evidente ahora, cuando los mercados internacionales de recursos fósiles han retomado una acelerada senda alcista. Basta recordar que en 2008, el coste de los combustibles fósiles hizo subir tanto el precio del mercado eléctrico español (el año terminó con un precio medio de 65,3€/MWh), que el 3 por ciento de las horas la eólica no necesitó recibir primas porque el coste del mercado estaba por encima del techo establecido en su retribución. Si fuéramos a precios del mercado superiores a los 90/MWh, la eólica no recibiría prima. Como muestra, un botón: en Italia los picos del mercado en febrero están alcanzando los 110/MWh debido a una mayor dependencia de instalaciones térmicas. En este contexto, ¿parece sensato no seguir avanzando en la reducción del consumo de combustibles fósiles, cuya dependencia no puede sino ofrecernos desventajas? España ha hecho un gran esfuerzo en energía eólica y está entre los países líderes a nivel mundial, con un sector industrial puntero, lo que supone una clara ventaja. ¿No parece éste un motivo más que suficiente para que el Gobierno apueste por un sector que es fundamental para la seguridad energética del país y para el crecimiento de su economía? Tal y como están las cosas, alcanzar un 20 por ciento de consumo energético procedente de energías renovables en 2020, como exige la Directiva 2020, puede no ser suficiente para garantizar un suministro de energía a un precio competitivo. Pero incluso un 20 por ciento sólo se puede conseguir manteniendo una firme política de apoyo a estas energías. Para que la eólica siga siendo un pilar de la seguridad energética en España, es necesario un marco regulatorio ya, que favorezca la financiación de los parques, que les asegure una rentabilizad razonable para que siga siendo atractivo invertir en España y las empresas no se vayan a otros países. Un nuevo marco regulatorio que refrende la historia de éxito de la industria eólica española y que permita alcanzar los objetivos de 2020 sería una excelente noticia para la economía de este país. Y es necesario cuanto antes para resolver el vacío legal en que se encuentra el sector. España se encuentra en una posición privilegiada para tomar el camino que le lleve a una mayor seguridad en el suministro energético y a unos costes de la energía asequibles. La cuestión es no tomar un camino que nos devuelva al punto de partida. Y la espectacular subida del precio del crudo debería ser un acicate aún mayor para no hacerlo.