Ayer, el secretario de Estado de Infraestructuras, Víctor Morlán, explicó en una rueda de prensa las soluciones que el Ministerio de Fomento tiene previstas para acabar con el caos en la red de Cercanías de Barcelona. Morlán, desplazado a la capital catalana desde el 11 de agosto para dirigir el Centro de Coordinación de Operaciones Ferroviarias (CECOF), anunció que el ministerio que dirige Magdalena Álvarez va a destinar dos nuevas locomotoras diésel que actúen como "trenes auxilio". Estas dos locomotoras estarán preparadas en puntos estratégicos para minimizar los posibles problemas en la catenaria. También el CECOF impulsará un mayor control de los robos de cable de cobre y abrirá una investigación para determinar si las incidencias ocurridas se han debido a problemas propios o averías en el suministro. En general, Morlán se ha mostrado confiado en que las cosas vayan mejorando. Sin embargo, los problemas que la red de cercanías de Barcelona está padeciendo es sólo una capítulo más en el cúmulo de despropósitos que las infraestructuras catalanas vienen soportando. Asegurar el crecimiento sostenido de una región y su competitividad pasa por disfrutar de unas infraestructuras capaces de favorecer ese desarrollo. Los empresarios catalanes vienen denunciando que, en Cataluña, no se ejecuta la obra presupuestada. Una cosa es, como hiciera Magdalena Álvarez en el Congreso de los Diputados, asegurar sobre el papel que Cataluña es la comunidad autónoma que más dotación presupuestaria ha recibido y otra bien distinta es que los números se traduzcan en realidades. El problema de fondo es siempre político. Una cosa son los juegos de magia electorales de las diferentes formaciones políticas y otra cosa la realidad que los ciudadanos sufren.