La bolsa de Nueva York -NYSE- y Euronext -que reúne los derivados de Londres y los parqués de París, Amsterdam, Lisboa y Luxemburgo- crearán el mercado más grande y con el horario más prolongado -18 horas- del mundo. No es una decisión que haya dependido de los gobiernos de estos países, sino de los accionistas de las empresas. Se trata de un acuerdo privado entre bancos e intermediarios financieros, muchos de los cuales poseen a la vez acciones en éstas y otras sociedades gestoras de las plazas financieras de todo el mundo. La lógica del acuerdo es la misma que la de otros sectores productivos: puesto que las empresas que acuden a las bolsas a financiarse se globalizan, las bolsas, que les proporcionan servicios, también deben hacerlo. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los fabricantes de automóviles, cuyos proveedores deben tener la misma dimensión global que las empresas a las que sirven. La nueva sociedad de NYSE y Euronext sólo es el principio de la concentración de los mercados. De hecho, estas dos compañías trabajan en un acuerdo para hacer un mercado mundial en compañía de las bolsas de Tokio -Japón- y Sydney -Australia-. El resultado sería el sueño de cualquier empresa o inversor: mercado planetario las 24 horas del día. Pero hasta que eso llegue, queda mucha partida por jugar. Es previsible que el proyecto que nace ahora se encuentre enfrente con otro similar encabezado por el mercado norteamericano tecnológico Nasdaq y la Bolsa de Londres, con o sin el concurso de las plazas de Francfort, Milán... y España. El sueño de la bolsa paneuropea se ha esfumado después de meses de tediosa discusión en torno a dónde se pone la sede y quién manda. Los intermediarios -la iniciativa privada- se han adelantado una vez más a los políticos.