"Es la boa que pretende comerse a la vaca". Así ha descrito algún medio de comunicación económico británico el intento de Ferrovial de comprar la mayor compañía de gestión de aeropuertos de Gran Bretaña, BAA. El grado de apertura de la economía y de los mercados ingleses es legendario, pero dejar el símbolo que representa el aeropuerto de Heathrow en manos de una empresa española es algo que tiene su dificultad de digestión incluso para los habitantes de las islas al otro lado del Canal de la Mancha. El intento de Ferrovial está sacando a la luz un tipo de salida al exterior muy diferente al de las empresas españolas de la década de los años 90. Al menos, por dos motivos. Primero, por el mercado al que se dirige Ferrovial. Se acabó -o casi- el tirón de Latinoamérica. Ahora tocan otros mercados. Ferrovial ha comprado -o ha conseguido contratos- en los últimos años en Australia, Estados Unidos, Canadá y Suiza. Ahora toca el mercado inglés, que también ha visto la compra de Telefónica por O2 o la de Abbey por Banco Santander. A diferencia de Latinoamérica, los mercados anglosajones ofrecen mayor estabilidad política y económica. Son dos factores que facilitan la solidez de los planes y compensan los mayores precios que se piden por las empresas. Y segundo, por la peculiar orientación estratégica que Rafael del Pino ha imprimido a la compañía desde su salida al exterior hace cinco años. No es líder de su sector en España y eso dificulta que crezca en su mercado natural. Por eso sale al exterior: si logra hacerse con BAA, la mayor compañía de infraestructuras del mundo será española. Sería un modelo de globalización del que aprender.