Los datos económicos del primer trimestre de este año en España muestran continuidad respecto a 2005. La economía sigue fuerte, con un crecimiento del 3,5 por ciento. Es la buena noticia: con mayor o menor moderación y en circunstancias normales, hay fuerza para mantener ritmos de crecimiento aceptables algunos trimestres más. Los motores siguen siendo los de los últimos años, es decir, la inversión en construcción y el consumo de las familias. Este hecho, junto con el déficit exterior -que sigue ensanchándose-, convierte en vulnerables las bases actuales del crecimiento. Sobre todo, si se tiene en cuenta la tendencia al alza de la inflación y de los tipos de interés. En la medida en que el precio del dinero sea más caro, es previsible que se resientan tanto el consumo como la inversión empresarial. Si así fuera, la economía necesitaría nuevos motores para mantener el crecimiento. No hay motivo de alarma, pero lo adecuado sería -ahora que hay tiempo- impulsar medidas para preparar el terreno ante un posible ajuste. Liberalizar los mercados -en especial, el del suelo y el laboral- debe ser una prioridad. Otra, establecer una política presupuestaria restrictiva, ya que el gasto público sigue disparado, aunque los ingresos crezcan también a buen ritmo. Por último, hay que aprovechar la reforma fiscal para profundizar en la rebaja de impuestos tanto para los particulares -Impuesto sobre la Renta- como para las empresas, acelerando hasta donde se pueda la anunciada rebaja del tipo general del Impuesto de Sociedades. El tono económico sigue siendo bueno, pero los principales desequilibrios de la economía persisten. No hay que confiarse.