Hasta en la familia socialista surgieron en su día voces en contra de un Gobierno con bicefalia económica. Y muy pronto se demostró que tenían razón: mientras Pedro Solbes admitía que el del PSOE no era su programa en economía ni comulgaba con los Presupuestos del primer año de Gobierno, Miguel Sebastián, entonces flamante asesor económico de Presidencia, torpedeaba el día a día del Ministerio de Economía con mensajes y globos sonda escogidos y de calibrado efecto corrompedor.Tan cruda fue la guerra entre los dos polos económicos del Ejecutivo, que alguien escuchó un puñetazo en la mesa del vicepresidente para marcar el paso, al menos hasta que le dejaran jubilarse en paz. A media legislatura, Sebastián se quedó mudo durante un tiempo, casi hasta que se le ha sacado al ruedo político como candidato a la Alcaldía de Madrid. Pero dejó el trabajo bien hecho y la cuadrilla bien colocada para legislaturas venideras: Arenillas, Vegara, Soledad Nuñez, Taguas,... ¿Alguien tiene alguna duda de que, de repetir Gobierno del PSOE, esos serán los componentes del nuevo equipo económico? Con la complicidad de Solbes, o sin ella, el ex presidente de la CNMV Manuel Conthe, ha dejado en evidencia los manejos de una Oficina Económica con los tentáculos demasiado largos. La imagen exterior que eso está dando al país es nefasta y el beneficio político que de ello resulta, bastante dudoso. Tanto, que la duda que ahora surge es si se mantendrá la Oficina Económica, como tal, o la mala experiencia vivida en el primer experimento les disuadirá de esa idea. Moncloa siempre ha tenido asesores económicos, pero no como un poder, sino de carácter técnico, sin líderes carismáticos y, aunque utilizados por los medios, prácticamente desconocidos para el común de los mortales. Y es una fórmula que ha ido bien para un Gobierno y para otro. Solbes, ministro sabio, ya lo dijo hace tres años: si las cosas funcionan bien, para qué cambiarlas.