Altadis ha hecho muy bien las cuentas. Al final, lo que importa son los números, y la tabacalera hispano-francesa lo tenía muy claro cuando acordó hace ocho años con el Gobierno cubano la compra del 50 por ciento de Corporación Habanos, empresa estatal propietaria de marcas como Cohiba, Montecristo Partagas o Romeo y Julieta. Las cifras tuvieron especial relevancia en esta operación, por partida doble: Altadis se aseguraba el liderazgo mundial en la venta de puros (actualmente representan el 25 por ciento de su resultado bruto operativo) e introducía claúsulas de compensación en el caso de que el Gobierno cubano quisiera recomprar su parte, si la empresa española se vendiera a otra que no le gustara. Ahora es el momento de recordar aquel proceso, ante la posible integración de Altadis con Imperial Tobacco o la entrada del fondo de capital riesgo CVC. Pero la empresa está tranquila, porque Fidel Castro no tiene el dinero suficiente como para pagar la penalización por recomprar sus habanos. Es decir, ha sabido evitar que las injerencias políticas de un regimen como el cubano puedan dar al traste con una operación que, de cualquier manera, marcará el futuro de Altadis. Poco importa que Castro prefiera que sea la opa de Imperial quien se haga con Altadis, dejando en la cuneta las ofertas de los fondos especuladores, por aquello de apostar por un socio con una gran red comercial (Imperial es la cuarta tabacalera del mundo por capitalización), pero sus manos están financieramente atadas. Es el invitado de piedra a unas negociaciones donde no tendrá más remedio que asumir el resultado. Ahora sólo queda que la nueva operación se sepa hacer tan bien como la que se hizo con Castro.