El descalabro vivido en la bolsa estos últimos días ha despertado el fantasma de una burbuja inmobiliaria. Sin embargo, no hay datos que apoyen la idea de una debacle en este sector. Además, de momento, tampoco hay indicios que hagan pensar que estas circunstancias puedan extenderse al resto de la economía. Los índices así lo confirman: por un lado, los últimos datos referentes al mercado inmobiliario no evidencian una caída en el precio de la vivienda que pueda dañar el patrimonio de los españoles de forma que acabe afectando al consumo. Al contrario, continúa subiendo un 7 por ciento anual; aunque experimenta una desaceleración suave que incluso podría calificarse de saludable. Por otro lado, la morosidad ha repuntado ligeramente, pero permanece dentro de los niveles considerados mínimos. En general, los indicadores actuales no alertan de peligros inminentes porque se encuentran dentro de la lógica de un escenario económico marcado por la tendencia alcista de los tipos de interés. El sector inmobiliario sigue conservando unos pilares sólidos. Pero, además, es importante destacar que aunque el peso del ladrillo en la economía supone el 17 por ciento del PIB, en la bolsa española no es representativo. Además, la mayoría de las empresas del sector han disparado su valoración. Algunas, como es el caso de Astroc, superaron incrementos del 1.000 por ciento. Así, las últimas caídas responden más a un ajuste hacia el valor real de esas compañías, también ayudado por la crisis de confianza generada por los acontecimientos en torno a la CNMV. Si bien es cierto que la economía española se enfrenta a importantes incertidumbres, no parece que se acerque una catástrofe.