Se celebra en China el Año de España, y los empresarios españoles en aquel país no están satisfechos con la forma de gestionar esta oportunidad de darnos a conocer en el gigante asiático: un mercado que crece anualmente un 9 por ciento, cuenta con 1.300 millones de personas y presenta excelentes oportunidades para un tejido empresarial cada vez más internacionalizado. Pero, según nuestras empresas, ni se ha realizado la planificación necesaria, ni se ha informado con antelación de los eventos. Pese a que contamos con más de 300 compañías en China y se espera que se conviertan en 1.500 en los próximos seis años, se desconoce la existencia de un presupuesto para esta celebración y no parece que haya un programa específico. Una situación que contrasta notablemente con el Año de Francia que, en 2006, exhibió un importante despliegue de recursos. Pero, además, al desconcierto de la Administración central, se suman los ingentes esfuerzos promocionales realizados individualmente por las autonomías. La obsesión por exhibir el puzzle autonómico está malgastando los presupuestos locales con una multiplicación masiva de campañas en el exterior de muy restringida efectividad. De momento, sólo 30.000 empresas españolas salen al exterior, y sólo un 1 por ciento están instaladas físicamente fuera. Si queremos aumentar estas cifras hace falta una estrategia global de la marca España, exhibiendo la calidad de nuestros productos. La globalización nos obliga a unificar esfuerzos bajo un mismo paraguas y abandonar códigos internos que, en este caso, sólo contribuyen a malgastar los impuestos de los ciudadanos. Pero el Gobierno debe ser el primer convencido.