Hoy se cumplen cuatro años desde que se iniciara una racha alcista en la que el índice de la bolsa española, el Ibex-35, ha subido un 160 por ciento de manera continua. Este incremento se ha apoyado, fundamentalmente, en dos factores: un entorno económico en fuerte crecimiento y unos excelentes resultados empresariales. Respecto al buen estado de la economía, se ha dado además la nota positiva de la moderada inflación, que ha propiciado tipos de interés muy bajos. En consecuencia, la renta fija no ha ofrecido nada interesante al inversor, que ha visto la renta variable como la opción más interesante para su dinero. Además, los títulos han cotizado con valoraciones muy atractivas. Por el lado de las empresas, éstas venían de un periodo de excesos -el de la burbuja tecnológica-, así que se habían visto obligadas a corregirlos. Y lo hicieron con gran éxito: en un ejercicio de disciplina sanearon sus balances, redujeron su deuda, vendieron los activos no estratégicos y volvieron a la política de reparto de dividendos. Esta fórmula ha empujado a la bolsa española durante cuatro años, hasta hoy. Podría inferirse que este periodo supone demasiado tiempo y que quizás nos estemos acercando a unos niveles parecidos a los de la burbuja tecnológica. La respuesta es no. Esta racha todavía tiene recorrido, gracias a que las compañías mantienen esa disciplina y continúan presentando unos balances saneados y, lo que es aún mejor, unos resultados récord. Aunque la liquidez monetaria ha jugado un papel esencial, las compañías españolas han demostrado en este tiempo una gran capacidad para mejorar su eficiencia. Si mantienen este comportamiento, la bolsa seguirá reflejándolo.