La expectación durante las semanas y meses que precedieron a la Cumbre y las declaraciones y promesas de los principales Gobiernos del planeta nos pueden hacer valorar el acuerdo de Copenhague como un fracaso, sin embargo, en el momento en el que tenía lugar la Conferencia, probablemente éste era el único acuerdo posible. A mi entender, las claves que han dado lugar a este acuerdo podrían resumirse en: Frágil apoyo social de los líderes de los países desarrollados. La sociedad no tiene una posición unánime en torno a la necesidad de hacer sacrificios hoy para resolver un problema de mañana. Los líderes en la mesa de negociación se encontraban con más voluntad personal de hacer historia que respaldo político en sus países de procedencia. Los líderes políticos saben bien que ésta es una situación peligrosa. La sociedad ha incorporado en el discurso el término, pero, paradójicamente y frenado por la crisis, no lo considera una prioridad. Esta debilidad de partida ha minado el arrojo de algunos líderes políticos que han dejado para mejor ocasión el avance en este tema, con la honrosa excepción de Gordon Brown. Las nuevas potencias del planeta no quieren objetivos de reducción, ahora. Los grandes ganadores del acuerdo son las nuevas potencias del planeta. En la noche del jueves al viernes, el grupo de jefes de Gobierno que se sentaron a la mesa para redactar gran parte del Acuerdo de Copenhague fueron China, India y Brasil. A este grupo al parecer se unieron posteriormente EEUU y Sudáfrica. La UE no estuvo presente. Todo el mundo era consciente desde el primer día en el Bella Centre de Copenhague que el acuerdo iba a ser tan fuerte como el más débil de sus eslabones, y éste sin duda era el compromiso de reducción que establecieran China e India. La posición difícil de EEUU. Que se produzcan movimientos de las potencias en vías de desarrollo es crítico para credibilidad y viabilidad del objetivo de reducir las emisiones, pero lo está más si cabe para mantener a EEUU a bordo. Para la aprobación en el Senado en el año 2010 de la Ley que establecerá los compromisos de reducción de emisiones para 2020 y 2050 en EEUU, la Administración Obama deberá demostrar que éstos no tendrán un efecto material sobre la competitividad de las empresas norteamericanas, especialmente frente a las chinas. En un principio está previsto que las potencias en desarrollo realizarán sus primeros compromisos de reducción a través de objetivos de eficiencia en el marco del acuerdo y el lugar en disputa sería el mecanismo a través del cual éstos se revisarían. Los fondos que se han puesto sobre la mesa están muy lejos del objetivo de los 100.000 millones. Más allá de la retórica de la emisión histórica utilizada por los países en vías de desarrollo, los desarrollados predecían que la contrapartida en la negociación de los objetivos de mitigación podría estar en la financiación. Sin embargo, las arcas de los Gobiernos de los países desarrollados están vacías en este momento. Los siguientes pasos: la noticia positiva que nos trae este Acuerdo es que éste es el primer paso para que los países que estaban fuera de Kioto, tengan ahora un lugar. El reto se encuentra en el trabajo que sea capaz de hacer la comunidad internacional durante el año que queda hasta la próxima COP en México. Entretanto, veremos quiénes hacen sus deberes y están a la altura de las circunstancias que la Historia les reclama. Esto no sólo es aplicable a los líderes internacionales, también a la sociedad.