L as consecuencias de un modelo de negocio en el sector inmobiliario que ha llevado a niveles de endeudamiento no sostenibles ha provocado la suspensión del pago de la deuda de un Dubai, el denominado Dubai World. La mecánica perversa del apalancamiento o endeudamiento sobre la base de un bien, en este caso el sector residencial, ha estallado también en Oriente, después de hacerlo de forma explosiva en EEUU, Irlanda, España o el Reino Unido. Los efectos conocidos hasta ahora: un montante de deuda impagada de unos 13.000 millones de euros no parece muy significativo en un mar de deuda que todos los días crece exponencialmente, sin que se hayan articulado medidas que alivien esta carga. A este problema, se une la falta de transparencia que este tipo de fondos practica, lo que hace mucho más complicada la supervisión y el control internacional de fondos, que, como en este caso, provienen de múltiples inversores, tanto particulares como institucionales. Y ése es el caso de la banca británica. El origen de esta diversificación radica en que, como reza la teoría de carteras eficientes, un inversor debe tratar de colocar sus fondos en un número determinado de activos, mercados, y también zonas geográficas, en aras de reducir el riesgo y maximizar la rentabilidad. Esta técnica, que a nivel teórico tiene su lógica, en la práctica choca contra un elemento básico, y es que hay zonas geográficas como puede ser Dubai, y determinados activos, como es este fondo, cuya solvencia, supervisión y destino de las inversiones parecen, cuando menos, muy dudosos. Si ya de por sí el exceso de apalancamiento en las economías más desarrolladas ha sido un elemento contraproducente, en el mundo oriental, y en el asiático en particular, puede llegar a ser definitivo para que los mercados financieros internacionales puedan colapsar. El efecto demostración de este posible fallido puede desencadenar una fuga de fondos en unos activos cuya liquidez, en algunos casos, es escasa, lo que puede suscitar un pánico que genere más desconfianza en los mercados financieros. La rapidez con la que se ha querido inyectar capital, y la reacción de los bancos centrales de la zona no pueden esconder un hecho incuestionable: que los países del Golfo y los asiáticos son prestamistas netos de las economías occidentales, especialmente de EEUU. Cualquier elemento que perturbe y disminuya su capacidad de ahorro puede minar la exportación del mismo, pudiendo deteriorar aún más las balanzas corrientes de las economías occidentales, la mayoría tremendamente endeudadas. En suma, el modelo de negocio inmobiliario, basado en un grado de apalancamiento sin límite, sin supervisión y con un déficit de transparencia, puede estar a punto de colapsar también el sistema financiero de Oriente. Una reducción de flujos hacia Occidente o una salida masiva de dinero ante el temor de una bancarrota en algunos fondos de corte inmobiliario puede acarrear serios problemas a un mercado financiero globalizado. Esperemos que el agujero sólo sea éste, porque si no podemos estar ante un colapso financiero internacional.