La economía española dio ayer una alegría. La inflación, uno de los indicadores que más castiga a nuestra economía, sigue cayendo. En su último dato, el IPC adelantado de enero retrocedió en 3 décimas para quedarse en el 2,4 por ciento, la cifra más baja desde marzo de 2004 y, sobre todo, un dato que le acerca un poco más al deseado objetivo del 2 por ciento. Además, se reduce el diferencial con la zona euro, que llegó a estar en un 1,1 puntos y que ahora se coloca en 5 décimas. De esta manera, la economía española aproxima sus datos de inflación a los del resto de países europeos. Esta caída se explica por los precios del petróleo, que se han reducido drásticamente desde verano. Así, por ejemplo, el año pasado por estas fechas el precio medio del Brent estaba en 63,56 dólares. Ahora, se sitúa en 55,46 dólares, una rebaja del doce por ciento. Para un país como España, tan dependiente del petróleo, la moderación del crudo constituye una buena noticia. Y lo mejor es que esta tendencia tiene visos de consolidarse en los próximos meses, ya que el promedio del Brent durante 2006 ascendió a 66 dólares por barril, una media que, salvo repunte de las tensiones geopolíticas, será difícil de ver durante el presente ejercicio. Las perspectivas, por lo tanto, tienden la mano a la posibilidad de que los precios se sigan moderando en nuestro país durante los próximos meses. Es decir, un escenario que ayudaría a compensar la pérdida de competitividad que provoca nuestra aún escasa productividad. Precisamente por esto y porque los últimos datos constatan la influencia clave del crudo sobre los precios, más que caer en triunfalismos sobre la inflación, es el momento de trabajar en mejorar una competitividad que sea más estructural y menos coyuntural.