Qué escándalo! Primero Marbella (Málaga), luego Seseña (Toledo) y ahora Chiclana (Cádiz). Los catalanes nos creemos vacunados contra este tipo de irregularidades y chanchullos ya que las grandes aberraciones arquitectónicas en la Costa Brava de Girona o los desarrollos de barrios dormitorio ya se hicieron hace unas décadas.Observamos la corrupción desde la barrera y con un cierto desdén, pero, como en la parábola de la paja en el ojo ajeno, somos incapaces de ver la viga en el nuestro. Buena parte de la Cataluña rural está en venta y nosotros miramos hacia otro lado.Sólo hace falta entrar en Internet para encontrar un ramillete de portales británicos en los que se ofrecen a precios de ganga las fincas rústicas del sur de Cataluña, el área menos desarrollada. Los destinatarios son los ingleses que sueñan con el sol de España.En un portal como Catalonian Properties se ofrecen fincas rústicas a pocos kilómetros de la costa a partir de 21.000 euros las más pequeñas. La finca tipo tiene dos hectáreas con un pequeño cobertizo de uso agrícola y un pozo que garantiza el suministro de agua. ¿Alguien cree que un ciudadano británico que compra esta finca se limitará a continuar con la explotación agrícola? Claro que no.Lo que está ocurriendo es que el comprador de turno (ya sea inglés, alemán o español) inicia lo que formalmente es la reforma del cobertizo de uso agrícola que, por arte de magia, crece en superficie y en el techo le brota una segunda altura. Tras esas pequeñas modificaciones, la edificación de 10 metros se ha convertido en una casita de cuatro habitaciones.Y aunque los ayuntamientos lo saben, lo cierto es que prefieren cobrar más impuestos y mirar a otro lado. Es otro tipo de corrupción, menos localizada que en Andalucía, pero más extendida por todo el territorio y que pone al borde de la extinción la actividad agrícola. Quizá esa sea la evolución natural del sector, pero si es así la urbanización del campo debería ser más ordenada.