Según el dato adelantado del IPC Armonizado, los precios caen en junio un 1 por ciento interanual. Aunque negativa, esta tasa no significa que estemos en deflación, una caída generalizada y persistente de los precios. La inflación subyacente -que no tiene en cuenta ni la energía ni los alimentos no elaborados, y suele marcar la tendencia a medio plazo- permanece en positivo. Es previsible que después del verano el IPC vuelva a niveles positivos y que cierre el año por debajo del 1 por ciento. A partir de ahí, cabe esperar que las medidas de estímulo, las inyecciones de los bancos centrales, los bajos tipos de interés y las necesidades de financiación de los Estados generen inflación. Habrá que prepararse para un cambio de escenario. Y este desplome transitorio debería aprovecharse para que nuestra economía gane en productividad ajustando los costes.