Hace tan sólo unas semanas, Zapatero y Salgado decían que los problemas se circunscribían a unas pocas cajas de escaso tamaño. Ahora que podemos leer el borrador que articulará el Fondo de Reestructuración y Ordenación Bancaria (Frob), nos viene a la cabeza justo la idea contraria: el documento menciona el riesgo sistémico por la concentración de entidades con problemas. Tanto ese preámbulo del texto como la cifra que podría llegar a emplearse, unos 90.000 millones de euros, parecen contradecir la palabra de Zapatero y Salgado. Hacía falta aclarar cómo se iba a actuar frente a los problemas y, por fin, hay un plan. Sin embargo, cabe preguntarse por qué se utiliza éste y no se aprovechan los medios ya existentes, que han demostrado su eficiencia en anteriores crisis como la sucedida en los 80. ¿No servían ya esos instrumentos? En primer lugar, porque se deja explícito que la vara de mando pertenece al Banco de España. Cuando el Frob entre en una entidad, ya no hay dudas: se suspende la Ley de Cajas y el supervisor es el que lleva la voz cantante frente a las CCAA. Ojalá que primen de verdad los criterios técnicos. Pero hay otra razón por la que se instaura el Frob: se puede habilitar mucho más dinero. El plan pretende incentivar a los que están bien para que se traguen a los que se encuentran mal. Este uso de fondos públicos para fomentar la mezcla de solventes con insolventes no va a servir para racionalizar y normalizar el sistema. Parece más apropiado liquidar y subastar. Y el plan sigue sin otorgar derechos políticos a los posibles inversores privados de las cajas y, por lo tanto, dificulta que también entren los bancos en ellas. La redacción del Frob está todavía en proceso. El PSOE necesita votos para convalidarlo. Esperemos que en la negociación esto no se deteriore más y el Gobierno se deje presionar por intereses nacionalistas.