La Generalitat se ha propuesto acabar con el mito de la tacañería que nos persigue a los catalanes. En realidad somos extremadamente generosos. Nuestros dirigentes, ya sean de derechas o de izquierdas, reparten los dineros públicos con gran destreza.A diario leo informaciones que me llenan de orgullo. Un ejemplo, el líder de Ciudatans, Albert Rivera, ha denunciado que la Generalitat está subvencionando a los portales de Internet que se escriben en catalán con 1,7 millones de euros al año. Se trata de defender la lengua catalana, una tarea que también se realiza desde TV3 y que el año pasado costó a las arcas públicas 292 millones.También me congratula leer que Cataluña tiene este curso muchas aulas universitarias casi vacías. Hay decenas de carreras con menos de 20 alumnos y la facultad de letras de Lleida tiene más de 100 profesores para 600 estudiantes. Hemos conseguido que cualquiera pueda estudiar al lado de su casa y que la universidad se haya convertido en una especie de segundo instituto.Claro que, a lo mejor, deberían atenderse más las necesidades de las empresas y dirigir la inversión pública a potenciar carreras y oficios donde hay falta de personal. Por ejemplo, ahora mismo no hay médicos de empresa suficientes para atender la demanda.Eso sí, cada vez tenemos más administración y más personas que quieren ser funcionarios. Pero pese a todo, la Generalitat tiene que echar mano de los asesores, un colectivo de 200 personas que ayudan al gobierno en sus tareas de gestión. Jordi Pujol, Pasqual Maragall y José Montilla han repetido un modelo que, gracias al asesoramiento, garantiza que ellos nunca se equivocarán.Son tres detalles que demuestran que los catalanes no somos nada tacaños, que nuestros políticos son unos grandes administradores y que necesitamos más dinero público para gestionar más subvenciones, más universidades y más asesores que ayuden a administrar.