Se cumplen cinco años con el euro como moneda de cambio en el bolsillo de todos los españoles, un periodo en el que el país ha dado un vuelco y las economías domésticas todavía más. La gran queja que cada año asalta los medios en enero es cómo el euro ha hecho que suba el coste de la vida, la llamada factura del euro, que duplicó el precio de la cerveza, la barra de pan, el cine y los gastos del día a día. No cabe duda de que eso es cierto, pero era algo que todo el mundo sabía antes de dejar la peseta y entrar en la nueva moneda única, junto a los grandes de Europa. Y esa es la gran diferencia, que con el euro, cinco años después, estamos en el pelotón de cabeza de la UE, y sin él, nadie es capaz de predecir donde habríamos estado. Es difícil asimilar el euro, pero la mayor parte de la sociedad sabe que se trata de una apuesta a largo plazo en la que el beneficio será creciente con el paso del tiempo. Hay que tener en cuenta que si siguiéramos con la peseta, el engranaje económico europeo nos habría abocado a realizar varias devaluaciones, con lo que eso supone de pérdida de poder adquisitivo general. Habría que hacer cálculos, pero es muy probable que una cerveza nos costará aún más que con el redondeo al alza que muchos hosteleros realizaron con la llegada del euro. La factura de la moneda única salió cara, pero no tanto como se ha dicho. El euro trajo los bajos tipos de interés, en un entorno en el que el consumo de los españoles se ha disparado gracias a la buena marcha de la economía. La divisa europea le ha ganado, además, la partida al dólar americano y eso, aunque frene la exportación europea, también aminora el coste de la factura del petróleo y, por ende, de la inflación.