Un buen amigo guipuzcoano lleva meses alabándome el proceso de paz y las grandes oportunidades de negocio que está dando en el País Vasco. Los bares se llenan, los hoteles están a tope y cada vez más gente, antes recalcitrante con Euskadi porque era la cuna de ETA, se va dando cuenta de que los vascos son lo que dicen quienes les conocen: la mejor gente del mundo, nobles, grandes emprendedores y, encima, los mejores cocineros.Aquel lema del "Ven y cuéntalo" ha sido uno de los grandes aciertos del turismo vasco, porque es una verdad como un templo. Y ahora más que nunca hay que ir, venir y contarlo, en ambas direcciones: los vascos hacia el resto de las comunidades autónomas españolas, que también tienen mucho que contar, y todos hacia el País Vasco, porque en la lucha por la paz y la tolerancia, cuanto más cerca estemos todos, mejor. Más amplitud de miras habrá, por ambas partes, para tomar las decisiones correctas.El proceso de paz, ahora suspendido, abría un inmenso abanico de posibilidades de progreso al País Vasco. "Nos salimos del mapa", me decía un empresario vasco, a pesar de haber sufrido en su propia carne el azote de la violencia. Sería un varapalo perder una oportunidad así, pero atentados como el de este fin de año son algo inapelable para romper cualquier diálogo con ETA. Todo está ahora sobre un fino alambre que es necesario reforzar cuanto antes. Una minoría de supuestos vascos que pone bombas no es quien para hacernos perder tanto, aunque sí que puede. Ése es el drama que hay que evitar y una buena manera de hacerlo es tener muchos amigos vascos, cuántos más, mejor.Los anhelos de paz de los empresarios vascos y la libertad que debe reinar en sus calles es cosa de todos. No tiene precio, ni político ni social. Su único límite es el respeto a la vida y la dignidad humanas. Si unos pocos ponen bombas, los vascos seguirán siendo la mejor gente del mundo, pero no vivirán en paz.