El discurso institucional en torno a la actual coyuntura económica ha cerrado el año 2006 en un tono manifiestamente optimista. Ayer, el presidente del Gobierno, en su comparecencia tras el Consejo de Ministros, se mostró satisfecho y esperanzado con los actuales indicadores económicos: una tasa de crecimiento cercana al 4 por ciento, 700.000 nuevos empleos, superávit público del 1,5 por ciento y todo ello con rebaja de impuestos incluida. En este mismo sentido, el Boletín Económico del Banco de España destacó, en sintonía con el Ejecutivo que, en el tramo final del año, la economía está manteniendo un elevado dinamismo tras crecer un 3,8 por ciento en el tercer trimestre. Asimismo, incidió en la buena tendencia del consumo privado y la robustez de la mayor parte de indicadores disponibles en relación con el sector de la construcción. Permanece, por tanto, inalterable la confianza de las instituciones en nuestra economía. De hecho, el propio José Luis Rodríguez Zapatero quiso recordar cómo los vaticinios de aquéllos que apostaron por una ralentización siguen sin cumplirse. Sin duda, aunque la economía española continúa fuerte, el presidente del Gobierno no debería pasar por alto los desequilibrios y las incógnitas que, peligrosamente, se ciernen sobre ella. Ayer, el Consejo de Ministros, como cada año, aprobó la lista de subidas en el precio de algunos bienes y servicios para el próximo año -hipotecas, gas, luz, gasóleo, transporte público, entre otros- y, en este sentido, la escalada en los tipos de interés y el fuerte endeudamiento familiar estrechan el círculo sobre el consumo interno. Sector exterior deficitario, baja productividad, escasa inversión en I+D, alta inflación... demasiados frentes abiertos para un ciclo económico alcista que dura ya más de una década.