El responsable de un fondo de inversión internacional me decía ayer por la mañana que el ejecutivo español se ha puesto esta semana a la altura del tailandés. Aunque el tipo es un poco histriónico, la verdad es que no le falta razón. La decisión el lunes del país asiático de retener, durante un año y sin intereses, las transferencias de capital no comerciales procedentes del extranjero era una medida contraria al principio fundamental de cualquier mercado maduro, que no es otra que intentar que no se rompan las normas de juego. De ahí la rectificación inmediata. Pero es que el martes desayunábamos con la noticia de que el Ejecutivo español pretende hacer algo parecido con las dos compañías del parqué español que tienen un marco más estable: Enagás y REE. Los títulos de las redes de transporte de energía son dos valores de bolsa que los inversores consideran casi de renta fija, porque tienen un sistema de retribución estable en función de la utilización, el mantenimiento de sus instalaciones y las nuevas inversiones. Pero se ha adelantado un borrador que establece un nuevo sistema de retribución por debajo del actual, que para el caso concreto de Enagás pondrá muy cuesta arriba que la compañía pueda mantener su velocidad de crucero y mejorar el beneficio del 15 por ciento de años anteriores -algo que los bancos de inversión veían factible replicar en el futuro-.No es que me considere un defensor a ultranza de que las compañías privadas que actúan en una actividad pública deban lograr fuertes beneficios, pero lo que tengo claro es que con los inversores internacionales no se pueden hacer experimentos sobre el impacto que pueda tener un cambio de marco regulatorio. Si se deciden tomar medidas porque se cree que estas compañías ganan lo suficiente para poder seguir invirtiendo, se hace un hecho relevante y se comunica con luz y taquígrafos al mercado. De lo contrario, no será extraño que a algún político se le acuse un día de insider trading.