Los españoles negocian con los Reyes Magos de Oriente. Aquí en Bruselas, los belgas disfrutan de sus regalos desde el 6 de diciembre porque aprovechan que la fantasía también está abierta a la libre competencia y hacen sus tratos con San Nicolás, que resulta que viene de España.Cuando eres emprendedor, te dan ganas de enviar la carta -con o sin polonio- a Hacienda. Quizás porque Pedro Solbes tiene edad, barba y perfil de Santa Claus. Este año parece haberla recibido el húngaro László Kovács, comisario europeo de Fiscalidad. Kovács presenta esta misma semana tres comunicaciones para que las empresas y los autónomos que operan en varios países de la UE no sean víctimas de la doble imposición: faena que fuerza a pagar dos veces por un mismo beneficio (en el país donde vives y en el que has hecho el negocio).En una de mis anteriores reencarnaciones también fui periodista, pero freelance. E insignificante David de nacionalidad española pero de residencia fiscal belga, choqué con dos Goliats: el fisco belga y el español. Atrapado en un enjambre de retenciones no fuera a defraudar, lo que se llama disparar primero y preguntar después, renuncié a recuperar una parte de las clavadas preventivas. Para compensar, a los clientes ocasionales les subí el precio de la crónica. En el caso de los clientes de los que dependía para pagar mi hipoteca y llegar a fin de mes, me aguanté y me sentí tan impotente como ante Hacienda.No confío en grandes ni en inmediatas simplificaciones de la maraña fiscal que lastra a las empresas en sus tribulaciones por el mercado único europeo. Pero es de agradecer que Kovács dé la cara; reconozca que los acuerdos bilaterales entre los Estados europeos para evitar la doble imposición funcionan regular tirando a mal; y recuerde a los recaudadores y a sus jefes políticos que su función no es descargar la falta de cariño que inevitablemente sufren en su trabajo, mordiendo la mano a quien al fin y al cabo les da de comer: el contribuyente.