También el mercado ofrece sus moralejas. Estos días asistimos a una particular recreación de la fábula de la cigarra y la hormiga. Mientras la cigarra, Autostrade, continúa a la espera de que hoy su Consejo de Administración mueva ficha sobre la fusión con Abertis, convirtiéndose así en la primera concesionaria de autopistas europea; la compañía española, en el papel de hormiga, ha decidido seguir almacenando alimentos -ahora estudia la compra de varios aeropuertos en Reino Unido y Estados Unidos- y avanza sin demora en su estrategia de fortalecer todas sus divisiones. Y ya sabemos cómo termina la fábula porque el mercado da muchas vueltas. Y si no que se lo digan a Abertis. Precisamente esta semana se hacía pública la compra, por parte del grupo catalán, del 32 por ciento de Eutelsat, su dulce revancha. Hace sólo un par de años, la mayor compañía de satélites de Europa, fue la responsable de que Abertis se quedara sin el sueño de Hispasat. Ahora, vuelta a la tortilla, es precisamente la compañía española la que se hace con los mandos de la nave. Pero la cuestión más grave, y el fondo de la historia, es que mucho del papel de cigarra que Autostrade está representado estos días se lo debe al intervencionismo del Gobierno italiano. El nuevo marco regulatorio de tarifas, aprobado por el Ejecutivo, altera las reglas de juego. ¿Asumible? A esta actitud se une la ineficiente burocracia europea que, una vez más, se evidencia como un lastre a erradicar si de lo que se trata es de asegurar el correcto funcionamiento de un mercado europeo cada vez más fuerte. Su decisión llegará... Pero tarde. Y al final, la gran perjudicada será Autostrade que, lejos de reforzarse, limitará el 70 por ciento de su mercado a Italia. Los gobiernos deberían permanecer al margen del mercado. Incluido el español.