El español medio, a la mínima oportunidad de aprovechar su ocio y hacer una escapadita, lo hace. Lo que antes era un mes de vacaciones al apartamento en la playa, o quince días a la costa y otros quince al pueblo, son ahora más de media docena de salidas al año con ganas de conocer más cosas, disfrutar del momento y esperar a que la vuelta sea lo menos agobiante posible. Lo permite el ahorro, el desarrollo del turismo rural, una juventud mucho más informada que antes y, sobre todo, la ventana al mundo que supone Internet.Salen coches de las grandes ciudades, llegan coches al litoral y a las montañas, el dinero se mueve, el concepto del trabajo es otro y la idea de tener un ocio cada vez más pleno se impone en la sociedad. Hasta las comidas y las cenas de Navidad ya no son lo que eran: el objetivo de la mayor parte de las amas de casa es que les den los platos lo más elaborados posibles, no precocinados, que eso no es buena imagen, pero sí preparados para meter al horno y listo y ahorrar un par de horas para tomar una copa de cava con la familia o los amigos.Cambia la forma de viajar y lo más importante de trabajar es sacar tiempo para poder disfrutar de lo ganado. La Navidad es tanto un momento para reencontrarse con la familia, como para buscar el destino más exótico en el que acabar el año. Y eso que, en muchos casos, la paga extra de diciembre está ya comprometida para sufragar el dinero rápido que se pidió prestado para afrontar el coste de ese nuevo ocio. La refinanciación y los préstamos encadenados son los mejores aliados de esta nueva situación, aunque pueden dar un susto a más de alguno si tenemos en cuenta que los tipos de interés estarán el año que viene a casi el doble que estaban hace un par de años. La vivienda se modera pero también la riqueza patrimonial del piso, con la que se obtiene el margen que permite tener crédito al consumo. Todo cambia, para bien, o para mal.