Luis Fernández sustituirá a Carmen Cafarell en RTVE. El relevo al frente de la radio y la televisión públicas es una buena noticia. La era Cafarell ha estado marcada por la crisis de audiencia y de modelo de negocio de la cadena, que, en su 50º aniversario, está cosechando los peores datos de televidentes de su historia en casi todas las franjas de programación. Fernández ofrece motivos para el optimismo. Es un periodista de probada independencia y a RTVE siempre le ha ido mejor con profesionales de la información que con personajes con un marcado perfil político. Un ejemplo reciente es el de Alex Grijelmo al frente de EFE, que en muy poco tiempo ha logrado situar en beneficios a la agencia por primera vez en toda su trayectoria. Fernández ha conseguido la unanimidad, no sólo en la órbita de los partidos políticos -PP y PSOE han coincidido por una vez en el mismo nombre-, sino también de los sindicatos, que han alabado su capacidad profesional y su independencia. El nuevo presidente va sobrado de esas dos cualidades: ha trabajado en prensa, radio y televisión de empresas de toda la gama de sensibilidades editoriales. La tarea que le espera a Fernández es hercúlea. El déficit de RTVE es escandaloso, la cadena chupa de las subvenciones estatales al tiempo que compite de forma desleal con las cadenas privadas en el mercado publicitario, los contenidos -mezcla de servicio público y televisión comercial- son rechazados por la audiencia y tiene que manejar un expediente de regulación de empleo que ha afectado a miles de trabajadores. Fernández merece la mejor suerte para que su modelo se exporte a las ruinosas y politizadas televisiones autonómicas.