La desmutualización de Mapfre y su transformación en sociedad cotizada en bolsa tiene sentido estratégico y financiero. Estar en el parqué -es decir, someterse directamente al mercado- profesionalizará más la gestión de la aseguradora y le dará mayor flexibilidad para financiarse. Eso es importante porque el negocio asegurador se está concentrando. Por eso, que Mapfre quiera jugar un papel protagonista y colarse entre las 10 empresas españolas con más valor en bolsa y entre las cinco aseguradoras europeas más importantes es digno de todo apoyo. Pero el fin no puede justificar los medios. A la transformación de Mapfre -que tiene que contar con 5,23 millones de mutualistas- le falta claridad. La misma que tendrá que mostrar cuando esté en bolsa. No es de recibo que su millonaria nómina de clientes/potenciales accionistas disponga de tan poca información meses después de anunciada la operación. Es urgente que la compañía haga un esfuerzo para informar cuanto antes a su masa social, una necesidad en la que el continuado énfasis de Seguros sobre la cuestión no ha dado los frutos apetecidos. El hecho de que no exista en España un procedimiento legal de desmutualización exige también que la Administración se muestre más proactiva. ¿Qué ocurriría si Mutua Madrileña -u otra de las casi 40 que hay- decide seguir también este camino? ¿Más improvisación? Mapfre ha pedido a expertos de primera fila que valoren los activos para salir a bolsa y que auditen la operación. No es objetable, pero, dada la falta de normas de desmutualización, habría que reforzar también las garantías en este área y que Seguros aconsejara otras valoraciones independientes. El éxito de la operación de Mapfre merece más transparencia y una norma que tutele los intereses de sus mutualistas.