Hablemos de información privilegiada, o lo que es lo mismo, de abuso de mercado, fraude a las reglas del juego y a los inversores. La policía bursátil española ha empezado a asimilar el impulso que están dando los supervisores de toda Europa a esta materia, con el objetivo de dejar claro qué es una información sensible o relevante. Su fruto será el ya bautizado Código César, un papel elaborado, hombro con hombro, por el Comité Europeo de Reguladores (CESR) que en Bruselas adoptará forma de directiva. En él, por fin, se afronta el eje de la cuestión. ¿En qué punto se generan las filtraciones y los usos de información privilegiada? Para descubrirlo, César seguirá fijándose en las empresas. Pero también tiene la ambición de vigilar a brókers, fondos o firmas de inversión, porque sus recomendaciones y órdenes de compra o venta pueden incidir en las cotizaciones. Es decir, si alguien recibe el mandato de comprar (digamos) un buen puñado de acciones, se le pedirá que guarde discreción si el motivo está previsto; e, incluso, que lo ponga en conocimiento del regulador si se trata de un imprevisto.Sin embargo, César falla en que está obsesionado en la formación de precios o cotizaciones de los valores. ¿Y si la cotización no se mueve no hay caso de información privilegiada? Un inversor podría llevar semanas acumulando una posición sin que se mueva el valor. Reflexiones como ésta hacen temer que el nuevo código sea demasiado generalista. También cabría pedirle un poco de valentía (en esta fase, claro) a la hora de plantear ejemplos de información privilegiada. ¿Una compra de acciones previa a una operación corporativa es información privilegiada? Dos opciones: sí o no. La CNMV se está armando, pero Manuel Conthe deberá inyectar más recursos en el regulador y dotar de mayor protagonismo a los técnicos. De lo contrario, César seguirá siendo una promesa de vigilancia y una alarma sorda que nadie escuchará ni aplicará.