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El oratorio se actualiza en el Teatro Real con su gran potencial visual



    Amediados del siglo XVII la Iglesia Católica lanzó una prohibición tremenda contra la ópera escénica por exaltar el hedonismo. Ante la imposibilidad de divulgar su obra, muchos compositores se volcaron entonces hacia una antigua forma de música narrativa sacra y nació el oratorio.

    En lo estrictamente musical se trataba de óperas disfrazadas que, irremediablemente, debían tocar temas religiosos, historias bíblicas en la mayoría de los casos. Añadían, además, un narrador que conducía a los oyentes por los pasajes de la pieza, que conservaba intactos los recitativos, las arias y demás componentes operísticos.

    Delgada línea con la ópera

    Sin embargo, no podían ser representados más que como conciertos, a pesar de que muchos poseían una estructura perfectamente escénica. En realidad, la línea que separa el oratorio de la ópera es débil, quizá porque no se trataba más que de una trampa para burlar la prohibición.

    Como era de esperarse, una vez levantado el veto, los oratorios entraron en declive y prácticamente desaparecieron durante el siglo XIX, aunque algunos compositores del XX, como Stravinsky o el mismísimo ex-Beatle Paul MacCartney, que creó su Liverpool Oratorio en 1991, han intentando mantenerlos vivos.

    El Mesías, el oratorio más célebre

    Con sus historias bíblicas y su estructura escénica no es de extrañar que el oratorio haya sido una tentación para actuales directores de escena, cineastas y hasta coreógrafos, que han sabido leer en esa música su potencial visual. Händel, autor de El Mesias, quizá el oratorio más célebre de la historia, le tocó vivir el apogeo de este curioso género musical y muchas de sus creaciones resultan de lo más llamativas como espectáculos escénicos.

    Il Trionfo del Tempo y del Disinganno (1707), su primer oratorio, probablemente no sea el más propicio para la escena, en tanto que se trata de una disertación más bien abstracta entre las figuras de La Belleza, El Placer, El Tiempo y El Desengaño, pero en 2003, el innovador director de escena Jurgen Flimm lo estrenó en Zurich como ópera, inicialmente pensado para ser protagonizado por Cecilia Bártoli, ubicando la acción en un restaurante de lujo durante una cena que termina con las diferentes posiciones de los alegóricos personajes.

    Su versión fue un notable éxito y hoy se estrenará en el Teatro Real de Madrid, bajo la batuta del británico Paul MacCreesh (quien ya presentó en el coliseo madrileño Tamerlano, otro Händel), y las voces de Isabel Rey, Ingela Bohlin, Vivica Genaux, Anna Bonitatibus, Marijana Mijanovic, MaryEllen Nesi, Steve Davislim y Kobie van Rensburg, alternando los roles principales.

    Theodora y Hércules

    Los numerosos oratorios de Händel han ido paulatinamente convirtiéndose en acontecimientos escénicos. En 1996, el talentoso y siempre polémico director norteamericano Peter Sellars sorprendió a los asistentes del festival de Ópera de Glyndebourne con una moderna recuperación de Theodora, uno de los más recónditos oratorios del autor de El Mesías, que no fue más que el precedente para otra espectacular puesta en escena, la del cotizado director suizo Luc Bondy de Hércules, en 2004, un gran éxito de público y crítica.

    Se llegó a asegurar que, con sus tonos grises y aires de tragedia, redimensionaba por completo uno de los menos poderosos y musicalmente más laxos oratorios de Händel.

    Los oratorios del siglo XX, tal vez por su monumentalidad, han sido escénicamente más tentadores y su traslación escénica más frecuente. Igor Stravinsky tenía debilidad por ellos y de dos de sus oratorios han salido obras significativas del siglo XX. Su Sinfonía de los Salmos se convirtió en un clásico de la danza, gracias a la emocionada coreografía creada por Jiri Kylián para el Netherlands Dans Theatre, en 1978, mientras que su Oedipus Rex (Edipo Rey), en latín, se convirtió en el gran éxito del Festival de Edimburgo de 2002, gracias a la puesta en escena del cineasta Francois Girard, que aglutinó una pirámide de cadáveres en el centro del escenario para representar a las víctimas de la peste bajo una lista de personalidades muertas por el sida.

    El oratorio Juana de Arco en la hoguera, de Arthur Honegger, sirvió de inspiración para la puesta en escena y la película homónima de Roberto Rossellini (1954), con Ingrid Bergman como la malograda guerrera santa y, en 2003, el Festival de Granada estrenó una versión española protagonizada por Aitana Sánchez Gijón y Darío Grandinetti con dirección musical de Daniel Abbado.

    También es española una de las más vanguardistas y arriesgadas versiones escénicas de un oratorio. En 1997, La Fura Dels Baus dio un vuelco a su agresivo teatro conocido para montar El martirio de San Sebastián, el oratorio de Debussy, que se convirtió en un éxito instantáneo.