La DGT advierte de las consecuencias de pisar el embrague antes de frenar y por qué anula el "freno motor"
elEconomista.es
La falta de práctica al volante puede provocar que los conductores pierdan ciertas habilidades, sobre todo a medida que más tiempo transcurra. En las autoescuelas, los profesores inciden mucho a los alumnos en que, al frenar, los conductores no deben mantener pisado el embrague, sino que únicamente deben accionarlo cuando vayan a reducir marcha. ¿Recuerdan por qué?
Esta misma recomendación la ha recordado esta semana la Dirección General de Tráfico (DGT) en sus redes sociales. A través de una infografía de buenos usos sobre los tres pedales, el organismo indica lo siguiente acerca del pedal del embrague:
"Pisarlo sin necesidad provoca un mayor uso del freno y anula el efecto del 'freno motor'. Úselo siempre estrictamente cuando sea necesario cambiar de marcha". La recomendación de la DGT se debe principalmente a que es muy frecuente que los conductores, a la hora de frenar, pisen el embrague inmediatamente para asegurarse que el coche no se cala.
Por tanto, parece que usar en exceso el embrague a la hora de frenar implica un mayor uso del freno —y su consiguiente desgaste—, así como la anulación del efecto del 'freno motor'. Y aquí surge la siguiente pregunta: ¿qué es el freno motor?
El freno motor
Sepan lo que es o no, seguramente lo hayan experimentado en alguna ocasión: al reducir una marcha y soltar el freno, el coche da inmediatamente un tirón que retiene el coche; ese es el freno motor.
El freno motor es una técnica de conducción que facilita la reducción de velocidad sin hacer uso de los frenos convencionales o del freno de mano, y que únicamente se vale de la resistencia del motor para reducir la velocidad. Esto se debe a que, al reducir marcha, el motor se ve obligado a trabajar en un régimen de revoluciones más alto del que tenía, creando una resistencia que frena el vehículo.
Por tanto, combinar la ayuda el 'freno motor' con el freno convencional contribuye a preservar los frenos. Esa práctica es especialmente recomendable en descensos pronunciados o cuando disponemos de largas distancias para detenernos, por ejemplo ante la aparición de un atasco.