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La Casa Blanca, acorralada, podría usar parte de un paquete de rescate financiero para ayudar a Detroit



    Washington, 12 dic (EFE).- La Casa Blanca, acorralada tras el fracaso en el Senado del plan de ayuda del sector automotriz, estudia ahora usar parte del paquete de rescate de Wall Street para evitar el derrumbe estrepitoso de "Los Tres Grandes de Detroit".

    El plan de 14.000 millones de dólares que aprobó la Cámara de Representantes el miércoles pasado para General Motors (GM), Ford y Chrysler quedó anoche sepultado en el Senado debido a la oposición de los republicanos, que exigían mayores sacrificios a los trabajadores.

    Ahora, la Casa Blanca afronta más presiones de los demócratas, las empresas y el Sindicato de Trabajadores de la Industria Automotriz (UAW, por sus siglas en inglés) para socorrer a las empresas automotrices antes de que sea demasiado tarde.

    La Casa Blanca y los republicanos siempre se opusieron a que el dinero para Detroit saliera del programa de 700.000 millones de dólares que el Congreso aprobó para el sector financiero, conocido por su sigla en inglés como TARP.

    Pero todo parece indicar que, con la pelota en su cancha, la Casa Blanca ha cedido a las presiones y ahora considera "otras opciones, incluso el uso de los fondos del TARP", dijo la portavoz de la Casa Blanca, Dana Perino.

    El Departamento del Tesoro aseguró que está "listo" para otorgar préstamos a la industria automotriz y evitar un colapso que significaría la pérdida de millones de empleos.

    "Estamos listos para impedir un derrumbe inmediato hasta que el Congreso inicie su nuevo período (de sesiones) y actúe para ocuparse de la viabilidad de la industria a largo plazo", dijo la portavoz del Tesoro, Brookly McLaughlin.

    Son señales esperanzadoras para GM y Chrysler, que afrontan una grave crisis de liquidez y una fuerte caída en las ventas, y que advierten de que la bancarrota no es una opción porque nadie compraría a una empresa en quiebra.

    Por su parte, Ford ha dicho que necesitaría préstamos a corto plazo sólo si empeoran las condiciones del sector.

    En un comunicado, GM dijo que colaborará con la Administración para lograr "posibles soluciones que eviten un mayor daño" a la economía estadounidense.

    Y el máximo ejecutivo de Chrysler, Robert Nardelli, se manifestó "complacido" con la posibilidad de que la Casa Blanca salga al rescate del sector.

    No está claro si, a cambio de recibir fondos del TARP, el Gobierno impondrá ataduras a las empresas relacionadas con su viabilidad a largo plazo.

    En ese sentido, el senador republicano por Tennessee, Bob Corker, recomendó hoy que el Ejecutivo tome en cuenta su propuesta de incluir condiciones para las partes involucradas.

    Durante una rueda de prensa, Corker rechazó las acusaciones del Sindicato de Trabajadores de la Industria Automotriz de que el plan fracasó por la intransigencia de los republicanos, que sabotearon la votación de la medida.

    Corker, cuyo estado tiene una planta de GM, se declaró "decepcionado" con el panorama "surrealista" en el Senado, y negó que la alternativa que él presentó exigiera recortes salariales.

    "Yo vine (al Congreso) a resolver problemas (...) nunca exigimos recortes salariales, lo que propuse fue que (los salarios) fuesen más competitivos" respecto a los de las empresas rivales extranjeras, explicó Corker.

    Con el apoyo de UAW, la propuesta "hubiese sido aprobada con 90 votos", afirmó.

    Su medida exigía que, a más tardar el 15 de marzo, las empresas detallaran un plan para reducir su deuda en al menos dos tercios; se redujeran los costos laborales; que parte de los pagos al sindicato se hicieran en acciones y que se eliminara el programa de pagos a trabajadores ya despedidos.

    El UAW ya había accedido a suspender un controvertido programa que permitiría el pago de hasta 85 por ciento del salario a los trabajadores despedidos.

    En una rueda de prensa paralela, el presidente de UAW, Ron Gettelfinger, responsabilizó a los republicanos del fracaso del plan y afirmó que, aun haciendo más sacrificios, las empresas no se salvarían del abismo sin la intervención de Washington.

    "Podríamos trabajar gratis y aún así GM no llegaría ni arrastrada a enero", dijo Gettelfinger en la sede del sindicato en Detroit.

    Mientras, continúan las presiones para que el presidente George W. Bush actúe de inmediato.

    Tanto la jerarquía demócrata del Congreso como el presidente electo, Barack Obama, esperan que la Casa Blanca acuda al rescate de Detroit y que la industria se reforme.

    "Mi esperanza es que la Administración y el Congreso todavía puedan encontrar una forma de dar a la industria la asistencia temporal que necesita, a la vez que le exige la reestructuración a largo plazo que absolutamente requiere", señaló Obama en un comunicado.