Bolsa, mercados y cotizaciones

El (incierto) futuro del sector financiero en Europa



    "Lo peor ya ha pasado" es probablemente una de las frases más comentadas en los últimos meses, especialmente en entornos económicos y políticos en España. Las perspectivas de mejora tras una de las peores crisis de la historia van poco a poco calando, aunque sus efectos de momento no se manifiesten de forma equitativa.

    Sin duda uno de los sectores más beneficiados de todo este proceso ha sido el financiero. Aunque la transformación del sector en Europa, y especialmente en España, ha supuesto la desaparición de varias entidades y la reducción de numerosos puestos de trabajo, los supervivientes salen reforzados de la crisis (eso sí, con la inestimable ayuda de los gobiernos y del Banco Central Europeo).

    Salvo algunas excepciones, en general la banca europea ha saneado sus cuentas y vuelve a ganar dinero. Además, los últimos test de estrés presentados la semana pasada indican que sus balances se han reforzado y que teóricamente están mejor preparados que antaño para soportar un nuevo "tsunami" financiero. Los inversores siguen premiando los progresos realizados por la banca, siendo uno de los sectores con mejor comportamiento durante el año y con una valoración más atractiva.

    Pero no todo vuelve a ser de color de rosa para las entidades bancarias en Europa. Para empezar, cabe matizar que aunque la mayoría de bancos hayan obtenido resultados positivos durante los últimos trimestres, esto no implica que sean suficientemente rentables.

    Resultados discretos

    De hecho, sin tener en cuenta los beneficios extraordinarios (que como su propio nombre indica no son recurrentes), dichos resultados siguen siendo discretos. Además, muchas entidades europeas se enfrentan a un problema de difícil solución, al menos a corto plazo: su rentabilidad sobre el capital (ROE) está por debajo del coste de obtener dicho capital.

    Como apuntaba recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe plurianual sobre el sector, este déficit impide que más de la mitad de grandes bancos europeos puedan aumentar el crédito más de un 5 por ciento en los próximos años. Es decir, que por muy bien capitalizados que estén dichos bancos, su capacidad para abrir el grifo en el futuro está limitada, lo que sin duda resta potencial a la supuesta recuperación económica.

    Es cierto que los bancos pueden dedicarse a otras actividades para seguir aumentando su rentabilidad más allá de su negocio tradicional de captar depósitos y conceder créditos.

    Pero tampoco dichas alternativas están exentas de problemas. Por ejemplo, la intermediación y gestión de activos financieros (una de las áreas más lucrativas en el pasado) depende en buena medida de la evolución de los mercados y, en este sentido, es difícil que las altas rentabilidades de la renta fija y variable durante los últimos años se repitan en el futuro.

    Además, la competencia de gestoras y brokers independientes es cada vez mayor. Otro segmento de actividad bancaria como es la intermediación en pagos y transferencias también cuenta actualmente con nuevos actores, las empresas tecnológicas a través de plataformas online como PayPal o Google Wallet, lo que se traduce en menores márgenes y mayores necesidades de inversión para competir.

    Una tercera alternativa de negocio, la coordinación con el sector público para la expansión de crédito y promoción económica, tampoco presenta grades perspectivas de futuro debido a las restricciones presupuestarias de los gobiernos de la UE. En definitiva, luces y sombras para un sector acostumbrado a ganar siempre y que tras varios años muy convulsos debe seguir reinventándose para no perder su preponderante papel en la economía.