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Escocia elevará su poder y financiación gracias a la consulta independentista pese al 'no'
Finalmente, el rechazo a la independencia de Escocia se ha impuesto en el referéndum. Sin embargo, los escoceses acudían a las urnas con una conclusión fundamental: el país disfrutará de un autogobierno, en cuanto a poder y capacidad de financiación, que hace tan sólo dos décadas parecía inalcanzable. Salmond emplaza a Londres a cumplir sus promersas.
Escocia ha inaugurado un nuevo capítulo en los libros de historia, después de que sus ciudadanos hayan podido decidir, por primera, vez si querían seguir formando parte de la unión de naciones que desde 1707 vincula su destino al de Inglaterra.
La atención internacional se ha centrado en un territorio de apenas cinco millones de habitantes que se volcaron en una votación que ha cambiado para siempre las relaciones institucionales en Reino Unido.
La evolución de las encuestas en la recta final de campaña llevó al frente a favor de la unión a reaccionar y, con su nuevo acercamiento, a sellar para siempre el blindaje de la autonomía y la financiación de escocesa.
Cambio total de estrategia
Si durante la práctica totalidad de la carrera el 'no' había disfrutado de una cómoda ventaja sobre Yes Scotland, las últimas semanas habían llevado a un auge del 'sí' que obligó a un cambio integral de la estrategia unionista para igualar el órdago de la propuesta ilusionante del líder del Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés) a los votantes.
El debate hasta entonces se había canalizado entre el futuro de prosperidad prometido por Alex Salmond, pese a las inquietudes y agujeros negros de partida detectados por instituciones oficiales y analistas independientes, y el riesgo de romper del que advertía Better Together, que al final basó su discurso en que el cambio real era votar 'no', puesto que implicaría una transferencia "sin precedentes" de poderes que daría respuesta a las aspiraciones soberanistas sin perder las ventajas de formar parte de uno de los países de referencia en el escenario geo-político internacional.
La apuesta requería del compromiso al máximo nivel y los tres principales líderes políticos, quienes se juegan tanto o más que el propio Salmond, lograron escenificar un frente de unidad para garantizar que, de vencer el 'no', Escocia vería un autogobierno inédito en comparación a las demás naciones que integran Reino Unido y, todo ello, sin perder los privilegios de su actual modelo de financiación.
Un "insulto" a Escocia
Yes Scotland consideró públicamente la promesa, anunciada a dos días del plebiscito, un "insulto" a los votantes pero que, en el fondo, no era más que el mal menor que el propio Alex Salmond había querido para un escenario de rechazo a la independencia.
El ministro principal había planteado al inicio de las negociaciones del plebiscito incluir una segunda pregunta basada en el aumento del autogobierno. Londres se negó, pero la destreza del dirigente nacionalista como estratega provocó que la propia maquinaria de Westminster se lo ofreciese en bandeja de plata.
¿Demasiado por la unión?
En consecuencia, más allá del resultado, Escocia abre oficialmente una nueva era hacia el autogobierno con el inicio de los contactos para la transferencia de poderes, ya que la promesa de los líderes maniata a Westminster.
Es más, ya antes de la apertura de los colegios, los dos bandos se habían comprometido a cooperar para blindar la capacidad de decisión de Edimburgo una vez superado el plebiscito, ya sea mediante la separación integral que defendía Yes Scotland, o el traspaso de poderes propuesto por los partidarios de Better Together.
El catalizador fundamental de esta oferta fue el ex primer ministro Gordon Brown, quien preparó un calendario de trabajo con la constitución de las comisiones responsables de la negociación para analizar los poderes susceptibles de traspaso.
En principio, hay acuerdo entre los tres principales partidos en modificar la fórmula tributaria y están dispuestos a ofrecer una reforzada capacidad de recaudación de impuestos como el IRPF, así como una potencial devolución del control sobre las prestaciones para vivienda, de los programas de trabajo y otros impuestos como la tasa sobre los pasajeros de avión, o la existente sobre ganancias de capital.
Además, ofrecen mayor voz y autogestión en materia de bienestar, una de las reivindicaciones del SNP.
El petróleo, aún estatal
Otras áreas serían más peliagudas, puesto que sectores como el del petróleo se mantendría en manos estatales, al igual que las políticas de pensiones, de Defensa o de Exteriores. Además, una de las grandes apuestas de Salmond, reducir el impuesto de Sociedades, sería vetado por Londres.
Las propuestas estarían a un paso de hacerse realidad esta misma legislatura, ya que Londres propone presentar a finales de noviembre un libro blanco, para proteger así la disposición de todo el arco parlamentario británico antes de las generales, previstas para el año 2015.