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Lo que hay dentro se nota por fuera: Danone y Beckembauer
Todos somos capaces de asociar si tenemos años en la mochila la imagen de Danone con la de un tarro de cristal. Lo que no se conoce tanto es que la utilización de estos envases, que comenzaron a comercializarse en 1941 y con los que se popularizó la marca que nació en Cataluña, tuvieron un protagonismo en la historia de la compañía para demostrar muchos años antes de que llegaran los bífidus que lo que hay por dentro se nota por fuera.
El negocio del vidrio para Danone llegó a ser tan importante que después de que llegase a ser pretendido por Saint-Gobain, obligó a la compañía gala a comprar la cerveza alsaciana Kronenbourg y Evian para fabricar muchas más botellas y asegurar la continuidad del negocio principal. Sólo con la llegada de nuevos envases para el yogur, casi en los ochenta, Danone vendió su negocio del vidrio.
Son muchas las ocasiones en las que las decisiones estratégicas corren al margen del negocio fundamental. Sólo una actuación fuera del terreno de juego fue la que permitió a Franz Beckenbauer ganar un Mundial como jugador -también lo hizo como seleccionador-. Después de haber deslumbrado como centrocampista elegante con cuatro goles en el Mundial de Inglaterra 66 perdió la final con el gol ilegal de Hurst. En México 70 tuvo que sacar de su portería el gol que daba el pase a la final a Italia con el brazo en cabestrillo porque Alemania ya había hecho los dos cambios. Y en el Mundial del 74 en su país todo comenzó mal tras de derrota frente a la Alemania Democrática.
El equipo exigió más primas y en el epicentro de la crítica por parte de la prensa y los aficionados, el seleccionador Helmut Schoen perdió los nervios y acusó a Paul Breitner de ser el principal instigador. El jugador llegó a hacer las maletas y después de una noche toledana en la que todo el equipo estuvo en vela y Breitner debía pensar en coger un vuelo con destino a Madrid, donde jugaría al término del Mundial, se calmaron las cosas. Pero no estaban solucionadas. Beckenbauer actuó de psicólogo fuera del campo y juntó a Shoen y Breitner que no se dirigían la palabra. "¿Cómo vamos a ganar el Mundial si no nos hablamos?", les dijo Beckenbauer. El kaiser ejerció más que nunca de líbero, unió al equipo, e invirtió frente a la genial Holanda de Cruyff la frase de Schoen tras perder la final del 66: "Mejor ser un buen segundo que un mal primero".