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La peseta, en sus niveles más altos frente al dólar y la libra desde los años 90

    ¡Ay, si la peseta levantar la cabeza!


    La peseta, que en 2008 hubiera cumplido 140 años, está en sus niveles más altos frente al dólar y la libra desde los 90. Si la divisa española no hubiera cedido ante el euro, ahora luciría uno de los aspectos más robustos de su historia reciente. Sin embargo, los niveles actuales de la peseta pertenecen al campo de la economía de ficción, mientras el euro es una divisa cada vez más firme.

    ¡Ay, si la peseta levantara la cabeza! Seguramente, su primera reacción sería pellizcarse. Lo haría para comprobar si su fortaleza es real o una simple ilusión. Y en cuanto sintiera el consiguiente pinchazo se convencería de que, en efecto, está hecha un roble. Porque es así.

    Dicha fortaleza se apreciaría en primer lugar con respecto al dólar estadounidense. Frente a la moneda norteamericana, se cambiaría en estos momentos en torno a 105 pesetas por dólar, su nivel más alto desde octubre de 1992 y muy lejos de las 201 pesetas a las que hubiera descendido en octubre de 2000 si hubiera seguido cotizando de forma independiente.

    Al mismo tiempo, la peseta también sacaría músculo frente a la libra esterlina. Ahora 210 pesetas serían suficientes para adquirir una libra, algo que no ocurría desde noviembre de 1996 y que dista de las 290 a las que llegó a caer ficticiamente en mayo del año 2000.

    Una década prodigiosa

    Por tanto, los precedentes de una peseta tan poderosa como la actual datan de la histórica década de los 90, que finalizó con la mayor operación cambiaria de todos los tiempos: 11 monedas, entre ellas la peseta, se fundieron para acuñar una sola, el euro, que pasó a ser la divisa oficial de esos países -hoy ya son 15-.

    "El euro es una historia de éxito sin antecedentes. Todos debemos estar satisfechos, nosotros, como miembros del Banco Central Europeo (BCE), y los ciudadanos, porque el euro es nuestra moneda", afirmó José Manuel González-Páramo, uno de los seis miembros del Comité Ejecutivo del BCE, en un acto celebrado el pasado viernes en Madrid.

    Eso sí, antes de llegar a buen puerto, la Unión Económica y Monetaria (UEM) pasó por una travesía en el desierto que estuvo a punto de hacerla saltar por los aires. También ocurrió en los 90. A comienzos de dicha década, la peseta , subida a unos tipos de interés que se movían entre el 10 y el 14,5 por ciento, caminaba con paso firme en el seno del Sistema Monetario Europeo (SME), al que se incorporó en junio de 1989 porque era el peaje obligatorio por el que había que transitar antes de adoptar la moneda común.

    "La masiva entrada de capital extranjero, atraído por el diferencial de tipos de interés y confiado en la estabilidad del cambio, impulsaba al alza la cotización de la peseta ", escribió María Dolores Gadea en una monografía sobre la historia de la peseta promovida por La Caixa.

    Fueron tiempos en los que la divisa española llegó a repuntar hasta las 90 unidades por dólar y las 180 por libra. Hasta que llegó la crisis de septiembre de 1992, que acabó con los huesos de la libra y la lira italiana fuera del SME -aunque la segunda regresó tiempo después-. "Tras los primeros años de fortaleza, la tormenta desatada en 1992 dejó al descubierto la fragilidad de la apreciación de la peseta y el fracaso de la política de estabilización", relata María Dolores Gadea.

    En efecto, las turbulencias sacudieron con fuerza a la peseta . No en vano, entre septiembre de 1992 y mayo de 1993, la divisa sufrió tres devaluaciones, a las que siguió una última ya en marzo de 1995. En ese intervalo, la antigua divisa española se desplomó más de un 40 por ciento frente al dólar, despidiéndose así de los niveles cercanos a los veinte duros a los que está regresando ahora, aunque sea de forma ficticia.

    ¿Y la libra? El debilitamiento de la peseta frente a la moneda inglesa tuvo lugar, sobre todo, en la segunda mitad de los 90. Las causas fueron claras: como Inglaterra no formaba parte del SME y no tenía previsto incorporarse al euro, manejaba los tipos de interés y el tipo de cambio de la libra a su antojo, mientras que España tuvo que reducir el precio del dinero -entre 1995 y 1998 pasó del 9,25 al 3,1 por ciento- y mantener la peseta relativamente estable. Así, los cuarenta duros por libra de finales de 1996 pasaron a ser 250 pesetas cuando acabó 1998.

    Adiós a las tentaciones

    Por supuesto, los niveles actuales de la peseta pertenecen al campo de la economía de ficción. El euro es una divisa cada vez más firme, la segunda del mundo en importancia y con unas posibilidades cada vez más reales de poner en entredicho la supremacía del dólar a medio plazo, y no hay visos de marcha atrás en la UEM.

    Además, en el hipotético caso de que la peseta hubiera seguido su propio camino, tampoco tendría por qué cambiarse a los niveles actuales. Primero, por la tradición española de debilitar voluntariamente su divisa con el objeto de ganar competitividad, una tentación que en el contexto actual hubiera sido utilizada a buen seguro por las autoridades para aliviar el abultado déficit comercial y paliar la moderación económica. Y segundo, porque España no hubiera bajado tanto los tipos entre 2001 y 2003 y posiblemente ahora los estaría reduciendo, algo que afectaría a su cambio actual.