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El dilema de China: apreciar o no el yuan
Apreciar o no apreciar el yuan, ésa es la cuestión. Seis años después de que China tomase la histórica decisión de desligar el yuan del dólar para permitirle flotar en una cesta de monedas, el Gobierno chino se sigue enfrentado al eterno dilema de decidir si continúa flexibilizando el tipo de cambio para que su moneda sea más fuerte.
El 21 de julio de 2005 se interpretó la decisión del banco central chino como una cesión a las presiones de sus socios comerciales, con EEUU a la cabeza, entre acusaciones de mantener al yuan artificialmente infravalorado para favorecer sus exportaciones.
La medida tenía un impacto limitado (el yuan se revalorizó un 2,1 por ciento el primer día), pero tenía un enorme simbolismo, porque abría la puerta a que hubiera mayores y graduales cambios en relación al tipo de cambio de un yuan que llevaba ligado al dólar desde los 90.
Ese día de julio hace seis años un dólar se cambiaba a 8,28 yuanes; ahora, la moneda china está en máximos al cambiarse a 6,44 yuanes por dólar, o un 22 por ciento más que en 2005.
Dicha revalorización no ha servido para acallar las críticas de Washington y Bruselas, que exigen al país asiático -sobre todo después de que el superávit comercial chino alcanzara la cifra récord de 22.270 millones de dólares en junio- que permita la escalada de la moneda china.
Dos frentes contrapuestos
Pekín se enfrenta a un dilema: ¿da luz verde a una revaluación del yuan que le conceda oxígeno en su lucha contra la inflación a costa de castigar a su sector exportador?
Una eventual apreciación tendría un impacto positivo para combatir una inflación, que se disparó hasta el 6,4 por ciento en junio, el máximo en tres años. Por un lado, un yuan más fuerte haría más caras sus exportaciones, disminuyendo el superávit comercial y, por tanto, reduciendo la inyección de yuanes en el mercado -que provoca exceso de liquidez- para defender su tipo de cambio (el banco central controla el tipo de cambio comprando los dólares que entran en el país a cambio de yuanes). Por otro, las importaciones chinas de petróleo, materias primas y alimentos serían más baratas, contribuyendo también a controlar la inflación.
Sin embargo, ese efecto positivo tendría "un impacto muy grande en términos de empleo", asegura Wang Jianmao, profesor de Economía de la Escuela de Negocios Internacional China-Europa (CEIBS, en sus siglas en inglés).
Se refiere a que un yuan más fuerte castigaría decisivamente a un sector exportador que sufre el aumento de costes laborales: según la agencia oficial de noticias Xinhua, los pedidos han caído un 15 por ciento, los costes han subido un 11,4 por ciento y el margen de beneficio se ha reducido a entre un 2 y un 3 por ciento en Dongguan, la ciudad cantonesa situada en el epicentro de la fábrica del mundo.
En estas circunstancias, sobrevolando el fantasma del paro y teniendo en cuenta que el Gobierno prioriza la estabilidad social sobre todas las cosas, no parece previsible una drástica apreciación.
"No esperamos un cambio grande. Inflación y empleo son los dos factores más importantes y el Gobierno tratará de buscar un balance entre ambos", explica Wang Jianmao a elEconomista.
Mirando hacia el futuro
Con todo, más allá del corto plazo, que es lo que está en el punto de mira de los líderes chinos, el debate de fondo al que éstos no son ajenos es la necesidad de que China cambie su modelo de crecimiento: de uno basado en inversiones y exportaciones, a otro cuyo motor sea el consumo. En este sentido, la apreciación de la moneda, que se ha revaluado un 2,07 por ciento en 2011, sería un paso en esa dirección.
El pasado jueves, en el sexto aniversario de la flexibilización del tipo de cambio, el Fondo Monetario Internacional (FMI) incidió en la necesidad de un yuan más fuerte, pero recalcó que la apreciación por si sola no serviría para corregir los desequilibrios globales si no va acompañada de medidas que permitan el despegue del consumo en China.
Un análisis de dicha institución arrojó la sorprendente conclusión de que una revaluación del 20 por ciento tendría un impacto mínimo en el crecimiento de EEUU o Europa, que crecerían gracias a ello entre un 0,05-0,07 y un 0,12 por ciento, respectivamente.
"La apreciación tiene que estar atada a otras medidas", dijo una fuente del FMI, aunque reconoció que un yuan más fuerte es "un ingrediente clave para acelerar la transformación del modelo de crecimiento chino".
En medio del debate, dos economistas de un think tank vinculado al Gobierno señalaron esta semana que las "condiciones están maduras" para hacer más flexible la banda de fluctuación del yuan frente al dólar (actualmente del 0,5 por ciento diario), circunstancia que un informe del Bank of China calificó "muy posible" a medio plazo. Con todo, no debe olvidarse que el proceso de apertura y reforma diseñado por el Gobierno chino durante las tres últimas décadas tiene en el gradualismo su principal seña de identidad.