Bolsa, mercados y cotizaciones

Ni ayuda ni rescate: el mercado descuenta una reestructuración en Grecia e Irlanda



    La rentabilidad de los bonos helenos e irlandeses a 10 años se encuentra en máximos históricos pese a la asistencia recibida en 2010. Toda una lección para las autoridades europeas en los días previos a la Cumbre que celebrarán este viernes en Bruselas.

    En concreto, las ventas -con el consiguiente repunte de la rentabilidad, porque ésta sube cuando el precio de los títulos baja- provocan que el rendimiento de los títulos helenos se dispare hoy al 12,87%. Nunca antes, desde el nacimiento del euro en 1999, había sido tan alto. Idéntica situación atraviesa la deuda irlandesa. La rentabilidad de los títulos a una década se encuentra en el 9,5%.

    Al margen de que se trate de unos intereses históricamente elevados, lo más relevante es que eso implica que se encuentran por encima de los que estaban vigentes antes de los respectivos rescates de los dos países. Cuando Grecia solicitó la ayuda europea y del Fondo Monetario Internacional (FMI) el 23 de abril de 2010, el rendimiento de sus bonos se limitaba al 8,65%. En el caso de Irlanda, entonó el SOS el 21 de noviembre. Entonces, la rentabilidad de sus títulos rondaba el 8,1%.

    De Facilidad solo tiene el nombre

    La situación de ambos países pone de relieve que la llegada de la ayuda no ha apaciguado las presiones en torno a su situación. Esta realidad resulta especialmente llamativa en el caso irlandés, puesto que fue el primer país en recibir la asistencia de la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (EFSF, en sus siglas en inglés). El paso del tiempo está demostrando que de Facilidad sólo tiene el nombre. En todo lo demás, el vehículo creado por las autoridades europeas y el FMI para acudir en auxilio de los países del euro en problemas representa una dificultad en toda regla. Y menos aún supone un fondo de rescate, que es como se le conoce coloquialmente, sino que más bien es un fondo de condena.

    A dos días de que arranque la primera de las dos cumbres que la Unión Europea va a celebrar en marzo, los líderes europeos deben tomar nota de lo que está ocurriendo en Grecia, cuya asistencia se produjo antes de la puesta en marcha del EFSF, e Irlanda. Sobre todo, porque otro 'europaís, Portugal, atraviesa también serios problemas y cada vez tiene más dificultades para financiarse. Y no entender la naturaleza de la crisis soberana y, a partir de ahí, actuar en consecuencia, puede conducir a una repetición de los errores cometidos con Atenas y Dublín. 

    De la liquidez a la solvencia

    En este sentido, el incremento de los rendimientos pese a las ayudas recibidas refleja que el mercado no está pensando en una crisis de liquidez de Grecia e Irlanda, sino en una de solvencia. Como escibió el economista Barry Eichengreen en el libro Qué hacer con las crisis financieras, "cuando la crisis de un país es resultado del puro y simple pánico de los inversionistas y no de problemas profundos con los principios básicos, estamos ante un caso de crisis de liquidez". En ese caso, explica, la recepción de ayuda por parte de un prestamista exterior resultará acertada y calmará las presiones.

    La cosa cambia, continúa, "si el país sufre un problema de solvencia, porque entonces la asistencia financiera (...) transfiere simplemente recursos de los nacionales a los extranjeros y de los prestatarios a los acreedores". O lo que es lo mismo, la ayuda no sirve de nada y acaba provocando que "quienes pagan la cuenta final son los consumidores y contribuyentes del país en crisis", concluye Eichengreen.

    El mal menor

    Entonces, ¿cuál es la alternativa? En el momento actual, y con el dinero de la ayuda sobre la mesa de Grecia e Irlanda, los inversores no ven un problema de liquidez. Ven uno de solvencia. Es decir, como establece Eichengreen, dudan de los principios básicos, y en una situación así, "tarde o temprano [ese país] tendrá que reestructurar sus deudas". Siguiendo con esta línea de pensamiento, el economista y co-autor del libro Esta vez es diferente, Kenneth Rogoff, reconoció la semana pasada a elEconomista que "por muy dura que sea, una reestructuración es mejor que la austeridad que conlleva el fondo de rescate".

    Dicho de otro modo, en las circunstancias actuales, la reestructuración de la deuda -alargar su vencimiento o reducir la cantidad por devolver- puede ser el mal menor en comparación con los intereses exigidos por el EFSF y con las reformas adheridas que conllevan las ayudas. "La reestructuración quedará en el historial de esos países, está claro, pero al menos ofrecerá una perspectiva de crecimiento y recuperación a la economía y sus ciudadanos", afirma el director de análisis de una firma española.

    El tiempo sigue corriendo. Y la crisis de la deuda soberana acumula más de un año a sus espaldas. Los líderes europeos afrontan esta semana la ocasión de intentar buscar una solución. Una más.